Ante la suba de precios ¡Reapertura de todas las paritarias! ¡Ningún sueldo por debajo del costo de la canasta familiar!

La actual debacle del capitalismo argentino encuentra sus antecedentes en 2011 como producto de la crisis capitalista mundial desatada en 2008. Desde entonces los índices económicos han venido en una marcada espiral descendente que incluyó 5 recesiones. La enfermedad del capitalismo en su variante macrista junto a los Gobernadores Justicialistas vino a agravar profundamente todos los índices de desigualdad, a la vez que la crisis sanitaria desencadenada por el coronavirus empujo, aún más, la economía hacia el abismo.


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La idea de que todos los actores de la economía pierden o que los sectores privilegiados también están sufriendo la crisis ya que no ganan como deberían es instalada insistentemente por televisión, redes, periódicos y radios para convencer a la clase trabajadora de que acepte un destino de ajuste o subsistencia. Pero por supuesto no todos pierden en esta crisis, el capitalismo no funciona así.

Por el contrario, empresarios, banqueros y terratenientes utilizan los resortes del Estado, independientemente de quien gobierne, para transferir el peso de la crisis sobre las espaldas de las trabajadoras y trabajadores para así poder mantener sus ganancias. Por supuesto depende el signo político que tenga la administración política e institucional del Estado esa transferencia, donde los de abajo pagan y los de arriba se enriquecen, puede darse a mayor o menor ritmo. Pero indeclinablemente el empobrecimiento general de las condiciones de vida recae y recaerá sobre la clase obrera. Esa es la esencia fundamental del Estado capitalista. Veamos esto con algunos números.

Molinos Río de la Plata de la familia Pérez Companc, Ledesma de la familia Blaquier, y Arcor de la familia Pagani, son grupos económicos de alimentos y en sus últimos balances arrojan ganancias conjuntas por $8.585.000.000. En marzo de este año la Bolsa de Comercio de Rosario estimaba que los ingresos por las exportaciones de soja, maíz y trigo crecerían un 36% interanual, por un total de US$ 27.217 millones.

El Informe de bancos del Banco Central de Argentina fechado en septiembre de 2020 indica que entre enero y septiembre los banqueros ganaron 450 millones de pesos por día. Al 30 de marzo de 2021, la ex Siderar, fabricante de productos de acero del Grupo Techint, ganó $ 22.138 millones. El grupo Mirgor, donde la familia Caputo posee parte del paquete accionario, facturo en el primer trimestre de 2021, $ 23.820,5 millones con un beneficio neto de $ 1241,1 millones. En los primeros meses de la pandemia, el Grupo Clarín aumentó sus ganancias un 168% alcanzando, en el primer trimestre de 2020, ventas por 62.762 millones de pesos.

Pero si observamos en el polo opuesto, el de la clase trabajadora, vemos que no solo el salario constituye la principal fuente de ingreso de la población en Argentina, sino que el salario real es uno de los más bajos en los últimos 18 años. La relativa recuperación de los salarios comenzada en 2003, luego de la debacle de 2001, llega hasta 2009 y luego comienza a estancarse para agudizarse a la baja a partir de 2011. De esta manera comenzaban a perderse las mejoras que se habían acumulado en años anteriores. Según el Centro CIFRA de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), el salario real del total de la economía cayó en 2008, 2010, 2013 y 2014. Luego vendría la debacle del macrismo. Las cifras del Ministerio de Producción y Trabajo de la Nación, muestran una caída de 13% en el salario real del sector privado entre noviembre de 2015 y abril de 2019. El naufragio del capitalismo argentino ha hecho estragos en el ingreso de los trabajadores. Un reciente informe de Ecolatina señala que el salario real no crece desde hace 35 meses y afirma que no se recuperará en 2021.

Como vemos a partir del 2011, el nivel de actividad ha permanecido con una tendencia de estancamiento y descenso que cada vez fue haciéndose más profunda. En el periodo 2011-2015 vemos un descenso paulatino de los salarios cuando el proyecto iniciado por Néstor Kirchner en 2003, basado en la aplicación de medidas para cierta promoción industrial y desarrollo del mercado interno, alcanzo sus límites. Que no son otros que los límites del capitalismo argentino inserto en la crisis de sobreproducción mundial que tras la caída del Lehman Brothers fue configurando otro mundo. Posteriormente al triunfo de Macri el descenso de los sueldos esta relacionado a una política de ataque directo y ajuste a la clase trabajadora donde la burguesía reconfiguro la economía en función de salvaguardar su tasa de ganancia y acelerar la transferencia de la crisis sobre los sectores populares.

Entonces vemos que independientemente de si hay un gobierno que busca “la amortiguación de costos ineludibles de una crisis” o un gobierno que tiene “una política deliberada de reducir la calidad de vida de la mayoría” los costos de la crisis terminan inexpugnablemente sobre las mesas obreras como señalamos más arriba. En este contexto quienes no tienen otra alternativa que ofrecer al capitalismo plantean que a la clase trabajadora solo le queda apoyarse políticamente en el “menos malo”. Aceptar una economía de subsistencia a una de ajuste debería ser lo preferible. Mientras tanto más del 45% de los argentinos y argentinas son pobres y ya hay otro 20% que está al borde de serlo según datos de la Universidad Metropolitana de los Trabajadores (UMET).

Es claro que para el poder real en Argentina el salario es una variante de ajuste para mantener sus ganancias a pesar de la crisis general. Y en esto juega un papel central la inflación que viene ganándole por paliza a los sueldos. Este año el Gobierno planteó una pauta de inflación del 29%, y ya se acumula 17.6% sólo en el primer cuatrimestre del año.

Este es el escenario donde se vienen desarrollando las paritarias. El primer acuerdo 2021 fue firmado a finales del año pasado por el gremio aceitero, que incluyeron algunas sumas adicionales para 2020 y el 25% a partir de enero. Los bancarios, que suelen fijar una referencia para el resto, pactaron 29% en tres cuotas, pero hoy se encuentran en estado de alerta a nivel nacional exigiendo salud, empleo y una nueva recomposición salarial ante el avance de la crisis económica y sanitaria. La Unión Obrera Metalúrgica, negocio un 35,2% y el sindicato de la construcción (Uocra) pacto un 35,8% mientras que Smata acordó un 28,7%.

Un poco por encima de la media estuvieron los plásticos, que firmaron un 36% en 3 cuotas y los vitivinícolas con un 47% en cuatro cuotas finalizando el acuerdo en 2022. Comercio pacto un 32% en cuatro cuotas no remunerativas, dos de las cuales se cobran en enero y febrero del año próximo.

El sindicato del peaje (Sutpa) se encuentra reclamando una suba del 45% y rechaza la negociación de UPCN y ATE que acordaron un 35% en seis cuotas. Los trabajadores del neumático consiguieron firmar un 49% de aumento, entre junio de 2020 y junio de 2021

En general la tendencia que puede verse es que las cúpulas sindicales vienen pactando aumentos en torno al 35 %, siempre en cómodas cuotas, con una inflación que apunta al 50 % según un relevamiento de expectativas del mercado del Banco Central. Ante este panorama desde las Comisiones internas y Cuerpos de delegados es vital discutir el planteo de un salario básico igual al costo de la canasta familiar y aumentos que estén por encima de la inflación. Las trabajadoras y trabajadores no podemos seguir perdiendo poder adquisitivo mientras las grandes empresas son cada vez mas ricas.

Está a la vista de quien quiera ver que la gran mayoría de la dirigencia sindical, tanto de la CGT como de la CTA, se encuentran en general por diversos motivos encolumnados detrás del Frente de Todos y esto se traduce en la aceptación de la crisis que lleva a la clase obrera y trabajadora a perder poder adquisitivo día tras día. Esto debe ser puesto en discusión al interior de los sindicatos.

Es necesario impulsar asambleas de base, con los protocolos necesarios para el cuidado, que pongan en discusión la política de la dirigencia de aceptar la lógica del “mal menor” con acuerdos que quedan rápidamente limitados por el aumento de los precios. Esta discusión es urgente en un país en donde el 63% de las niñas y niños están sumidos en las garras de la pobreza.

Deben ser las organizaciones de primer y segundo grado las que empujen desde abajo por una política de independencia de clase del Estado, los partidos y los patrones para poder luchar por un salario que realmente cubra las necesidades de nuestras familias. Para esto consideramos fundamental impulsar un plan de lucha y una campaña por la escala móvil de precios-salario que se ajuste automáticamente ante el proceso inflacionario y devaluatorio, sumado al reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario para que trabajemos todos y todas. Desde las organizaciones de base es posible también coordinar la lucha con los autoconvocados y autoconvocadas que desconocen a las direcciones sindicales traidoras, como las trabajadoras y trabajadores de la salud en Neuquén o los vitivinícolas en Mendoza, para potenciar las luchas dentro y fuera de los sindicatos sumando también a trabajadores ocupados y desocupados.

Se requiere una sacudida radical de los sindicatos existentes para que estos se conviertan en un ariete de lucha para nuestra clase y no en apéndices de tal o cual gobierno. La política del mal menor o de sostener la gobernabilidad y las instituciones capitalistas implica que el retroceso en las condiciones de vida siga.

Las trabajadoras y trabajadores que dependemos de un sueldo somos la inmensa mayoría de la sociedad en Argentina, la columna vertebral que sostiene todo el andamiaje económico y social del país. No podemos seguir delegando y siendo furgón de cola de alternativas y dirigentes que nos plantean la conciliación de clases. En este sentido cobra importancia la discusión de poner en pie un Partido de Trabajadores, que represente nuestros intereses de clase, en la perspectiva de un gobierno propio. Sobre los sindicatos combativos y el clasismo recae principalmente la responsabilidad de impulsar esta tarea.

Solo un gobierno de trabajadores, que se haga de las palancas fundamentales de la economía, puede frenar la caída del salario y construir una nueva legalidad, abriendo paso al socialismo.

¡Pan, salud y trabajo!
¡Sueldos dignos!
¡Por la autoorganización obrera y las asambleas de base!

¡Poner en pie una corriente sindical antiburocrática y clasista!
¡Construyamos el Partido Revolucionario por un Gobierno de Trabajadores!

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