El potencial revolucionario de las masas libanesas

Spanish translation of The revolutionary potential of the Lebanese masses by Yossi Schwartz (December 13, 2006) El domingo 10 de diciembre fue un día histórico en Líbano. Más de dos millones de personas, de todos los grupos étnicos, participaron en la mayor manifestación de la historia de este pequeño país. Esto significa que aproximadamente la mitad de la población salió a la calle a gritar: “¡Siniora fuera!” “¡Beirut es libre!” Esto representa un escalón más en la protesta contra el gobierno Siniora, que representa a los terratenientes, banqueros y los comerciantes ricos que cuentan con el apoyo de los imperialistas. La manifestación suponía el décimo día consecutivo de protestas contra el gobierno Siniora [que continúan hasta el día de hoy].
El estado israelí que inició la guerra este verano contra el Líbano en apoyo del gobierno de Siniora y la victoria de Hezbolá mientras el ejército libanés se hacía a un lado y ni siquiera se defendía, ha provocado esta crisis revolucionaria.
Las masas no han salido a la calle simplemente porque se oponen al gobierno de Siniora y a su papel durante la pasada guerra. En primer lugar han salido a las calles debido a los ataques salvajes y la destrucción de sus condiciones de vida.
Las cifras oficiales indican que la tasa de desempleo ahora es del 18 por ciento, mientras que el 28 por ciento de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Mientras los ricos, como la familia de Hariri, amasan fortunas, las masas viven al borde de la catástrofe económica. Antes de que él fuera asesinado, Hariri había acumulado en 2003 más de 3,8 millones de dólares procedentes de sus intereses empresariales en varios países de la región. Al mismo tiempo, la deuda pública alcanzaba el 180 por ciento del PIB.
En octubre de 2003 hubo una huelga general que paralizó el Líbano, los trabajadores exigían el final de la congelación del salario mínimo que se mantenía desde 1996. También contra la subida de impuestos y las reducciones de empleos, defendiendo además el aumento de los gastos sociales. Una manifestación en el centro de Beirut, formada principalmente por trabajadores jóvenes, gritaba: “¡No al despilfarro y al saqueo, pan para los pobres!”
En mayo de 2004, después de protestas espontáneas durante los meses anteriores, el ejército disparó contra cinco trabajadores que participaban en un día de huelga general convocado por la CGT, en el barrio musulmán chiíta empobrecido de Beirut, Hay-al-Sellom. Esta brutal represión provocó la extensión de las protestas. El mismo día del inicio de la última guerra, se había convocado una huelga general y posiblemente esta fue una de las principales razones de la guerra.
Pero no sólo los trabajadores se oponen a este gobierno. Los campesinos de clase media también están en la oposición. Los campesinos desesperados piden al gobierno que les ayuda a recuperarse de los daños provocados por la última guerra y que según la ONU ha costado a la agricultura unos 280 millones de dólares, hundiendo a los campesinos en una espiral de deuda y pobreza.
“Yo personalmente he perdido 50 millones de libras libanesas [35.000 dólares]”, esto es lo que decía Mohammed Mokahhal, un campesino del este del Valle del Bekaa, a un reportero de Reuters, describiendo sus pérdidas durante la guerra del pasado verano.
“No he podido sembrar mis patatas o cuidar las verduras como las lechugas o los guisantes que planté antes de que comenzaran los ataques israelíes”, esto es lo que decía su padre. “Incluso cuando conseguí recolectar algo no pude llevarlo al mercado por la amenazante situación”.
Con la pérdida de los ingresos de las cosechas y las pérdidas de animales, muchos campesinos se han endeudado y tendrían que devolver ese dinero durante el próximo período de cosecha [de mayo a octubre] para poder tener garantizado un crédito para la siguiente estación”. Esto es lo que decía un informe oficial del Ministerio de Agricultura (10 de diciembre).
Las crecientes protestas están haciendo que cada vez sean más las voces que piden la dimisión de Siniora. Michel Aoun, el líder del Movimiento Patriótico Libre, el sábado pidió la caída de Siniora. Y dijo: “El primer ministro debe irse a casa, es mejor para él porque ya no puede capitanear el barco”. También repitió las acusaciones de que Siniora era un títere de EEUU.
Hoy en Líbano existe una situación clara de doble poder. Por un lado, la mayoría de la población quiere que se vaya el gobierno de Siniora y desea un cambio real de sus condiciones socio-económicas y por ahora sólo confían en Hassan Nasrallah, y por otro lado, existe una minoría rica que controla el parlamento y el gobierno.
Los artículos publicados en los medios de comunicación muestran como se espera la extensión de las protestas. El domingo el periódico Ad-Diyar escribía que las masas comenzarían huelgas que llevarán a una campaña de desobediencia civil para obligar al gobierno a irse. El domingo Nasrallah en su discurso también convocó a estas huelgas.
Existe una tremenda polarización en la situación. Una multitud, estimada por los organizadores en “cientos de miles”, se reunió el domingo en la principal ciudad costera musulmana sunnita de Trípoli, al norte de Líbano, en solidaridad con el gobierno de Siniora. Sin embargo, incluso si aceptamos las cifras oficiales de los organizadores, esta manifestación fue en el mejor de los casos una décima parte de la enorme manifestación que hubo el domingo en Beirut organizada por la oposición.
En la mente de todos hay una pregunta clave: “¿Derrocarán las masas al gobierno capitalista?” Mientras que las masas están exigiendo el final de este gobierno, en el palacio, como decía Megan K. Stack, una periodista de Los Angeles Times:
“Dentro del Grand Serail, donde está el gobierno del primer ministro de Fouad Siniora, intentan ignorar los miles y miles de personas reunidas a sus puertas. La gente fuera describe a los líderes del gobierno como no deseados, ilegítimos, peones de los intereses de EEUU.
“’Oímos sus voces, pero no sentimos compasión por ellos’, decía Fouad Saad, un abogado y ministro del anterior gabinete que, con su impoluto traje, que se mueve entre reuniones bajo las deslumbrantes arañas de una cavernosa sala de visitas. ‘Estas personas han recibido órdenes de Siria e Irán… Están intentando hacernos retroceder muchos años’”. (10/12/06).
La situación en Líbano está aterrorizando no sólo a los imperialistas, incluidos los gobernantes de Israel, también a los círculos gobernantes reaccionarios de los estados árabes. Un enviado sudanés el lunes 11 mantuvo conversaciones con líderes libaneses sobre la propuesta de la Liga Árabe para solucionar la crisis política del Líbano. El hecho de que los gobernantes de Sudán estén ayudando a las potencias occidentales debe ser algo sorprendente para aquellos que presentaban el sangriento conflicto sudanés como un “choque de civilizaciones”, por un lado los “malos” musulmanes y por otro los “civilizados” rebeldes pro-occidentales, ocultando el hecho de que el conflicto en Sudán esencialmente está motivado por el petróleo y el control imperialista de la riqueza de África mientras su pueblo agoniza. Sudán es el tercer productor de petróleo del mundo. No es la primera vez que los fundamentalistas sudaneses han colaborado con los imperialistas. Durante la “Guerra Fría”, apoyaron a occidente contra Libia que era considerada como un aliado de la Unión Soviética.
El asesor presidencial Mustafa Osman Ismail dijo a la televisión Arabiya de Damasco, que todos los partidos en Líbano habían aceptado la mediación de la Liga Árabe. Dijo que las conversaciones se resumirían en un acuerdo que incluyera las reivindicaciones de ambas partes. Dijo que las propuestas abarcan un gobierno de unidad nacional, la creación de un tribunal internacional a propuesta de la ONU para intentar juzgar a los sospechosos del asesinato del anterior primer ministro Rafik al-Hariri, y la celebración de elecciones parlamentarias y presidenciales. Ismael también dijo que Hassán Nasrallah le dijo que él no quería derrocar al gobierno sino formar un gobierno de unidad nacional encabezado por el propio Siniora. El gobierno propuesto incluiría un gobierno formado por 30 personas, 10 de ellos de la oposición y uno que sería “neutral”.
Según el periódico libanés The Daily Star:
“El líder de Hezbolá, Sayyed Hassan Nasrallah, ha aceptado un plan de la Liga Árabe para resolver la crisis política en Líbano, según dijo ayer un funcionario árabe. Mustafa Ismail, un enviado del presidente sudanés, ‘fue informado hoy en Damasco de la aceptación del líder de Hezbolá de las propuestas que se le hicieron’, esto es lo que dijo Ismail a AFP el domingo en Riyadh.
“Ismail dijo a la televisión panárabe de Al-Arabiyya que Hasrallah ‘estaba en principio de acuerdo con la propuesta’. No dio detalles sobre el plan, sólo dijo que ‘tiene siete puntos’.
“El parlamentario de Hezbolá Hassan Fadlallah anunció a última hora del domingo que Nasrallah lo que en realidad le había dijo a Ismail es: ‘Hezbolá aceptará de una manera positiva cualquiera iniciativa que garantice un gobierno de unidad nacional que no esté bloqueado por una minoría’.
“’Pero al final, nuestra posición se decidirá después de que tengamos discusiones entre los líderes de la oposición’.
“Una fuente cercana al primer ministro Fouad Siniora dijo al Daily Star el domingo, que Ismael se había reunido con representantes de Hezbolá y el portador Nabih Berri cuando estuvo en Beirut la semana pasada.
“’Ismail regresa el lunes a Beirut. Siniora le llamó hoy y las cosas parecen positivas’, según la fuente”.
[ http://www.dailystar.com.lb/article.asp?edition_id=1&categ_id=2&article_id=77562]
El objetivo de este acuerdo es arrebatar la victoria de las manos de las masas. La situación es favorable para los trabajadores y los pobres del Líbano. La derecha actualmente es demasiado pequeña para iniciar una nueva guerra civil que les beneficiase, el ejército está en crisis, los imperialistas están paralizados con demasiados problemas en otras partes.
El único factor que está ausente es una verdadera dirección revolucionaria capaz de unir a las capas oprimidas de la sociedad libanesa alrededor de la clase obrera y sus organizaciones. En este vacío es precisamente donde Hezbolá tiene margen de maniobra. Es una organización populista, basada en el sector pobre de la sociedad, pero su dirección aunque defienda cierta “reforma” dentro del sistema capitalista, no desafía la esencia del propio sistema. En realidad sus dirigentes desean formar parte de él. No pueden ofrecer ningún tipo de salida revolucionaria.
En realidad Hezbolá aceptará cualquier acuerdo y esto a corto plazo provocará una desmoralización entre las masas. Al mismo tiempo, sin embargo, esto abriría el camino para que las masas comprendan la necesidad de una verdadera dirección revolucionaria. Situaciones como la que ahora existe en Líbano ponen a prueba cualquier tendencia política de una manera abrupta. Lo que hace falta es el mensaje del marxismo, del genuino socialismo revolucionario, para dirigir a las masas explotadas del Líbano.