El débil gobierno de Castillo se tambalea ante la crisis capitalista

A tan solo 6 meses de haber tomado posesión, el gobierno de Pedro Castillo ha ido de una crisis a otra, con un intento de vacancia en diciembre y el cambio de 3 gabinetes. 

Desde el inicio de su campaña por la segunda vuelta electoral, ya se tenían indicios del viraje de la política de Castillo, dando un discurso más conciliador con el afán de agradar y ganarse el apoyo de algunos sectores de la burguesía, lo cual evidentemente no ha logrado pues su gobierno ha estado sometido en todo momento a las presiones de la oligarquía peruana, quienes no tienen ninguna intención de negociar con el presidente, por el contrario, pretenden romper su gobierno y destituirlo a toda costa.

Todo este periodo ha mostrado que entre más cede Castillo, los ataques se intensifican, pero esta situación deriva de un error político muy grave del presidente, ya que está buscando apoyo con el bando equivocado, pues con el afán de conseguir la simpatía y la aprobación de la burguesía peruana, se ha olvidado que su verdadera fuerza reside en las masas obreras empobrecidas del Perú que lo llevaron a la presidencia, y la única posibilidad que tiene de llevar adelante su programa de gobierno y sus promesas de campaña es haciendo un llamado serio a la organización de las bases obreras y campesinas, luchando desde abajo e impulsando las pequeñas reformas propuestas por el gobierno. Sin embargo, lo que ha quedado claro en estos seis meses es que, como todos los reformistas, Castillo no tiene confianza en las masas. Pero, irónicamente, la razón por la cual continúa en la presidencia es por el miedo de la burguesía a desatar un movimiento de masas radicalizadas en defensa del presidente democráticamente electo, sin embargo, el actuar de Castillo que se sigue orientando más a la derecha, empieza a mermar su base de apoyo, pues el pueblo oprimido se da cuenta que cada vez se aleja más de ellos y se acerca más a los explotadores, y cuando esta base de apoyo se desplome, no habrá ninguna fuerza que pueda evitar que la burguesía expulse de su Estado a alguien que es ajeno a ellos.

A pesar de que en la presentación de su primer gabinete tenía a elementos de confianza para la oligarquía en los sectores más importantes, el de economía y la banca, con Pedro Frankle y Julio Velarde, no fue suficiente garantía para la clase privilegiada. 

Desde el inicio de su gobierno cuando decidió destituir a Guido Bellido por generar “inestabilidad” en el sector empresarial dadas sus declaraciones contra Gas Camisea, abrió por completo las puertas a los incesantes ataques de la derecha, provocando también cierta ruptura con Perú Libre, pues cuando Mirtha Vásquez del Frente Amplio fue designada como premier, los miembros de Perú Libre quedaron exentos de ocupar un puesto en los ministerios, estos puestos más bien fueron llenados por empresarios, centristas y miembros de la “izquierda razonable”, demostrando así que Castillo está dispuesto a diluir aún más su limitado programa, para que la oligarquía se sienta cómoda y se garantice la gobernabilidad, sin embargo, la debilidad invita a la agresión.

En diciembre del año pasado, se rumoraba en redes sociales que existían 3 audios que serían presentados por el programa de TV Cuarto Poder, donde supuestamente se demostraría la participación del presidente Castillo y congresistas de Perú Libre en actos de corrupción, generando un ambiente de inestabilidad propicio para impulsar la vacancia por incapacidad moral permanente. Dentro del congreso la oposición contaba con 50 votos seguros por la vacancia, y solo se necesitarían 2 más para pasar a votarla al pleno, sin embargo, los audios resultaron ser una completa burla que no evidenciaban nada y que solo demostraron que la oposición buscará cualquier pretexto absurdo para deshacerse de Castillo y que incluso un rumor de WhatsApp es capaz de movilizar a las fuerzas de la reacción y desestabilizar al gobierno. A pesar de esta clara evidencia de que haga lo que haga la burguesía no lo quiere como representante del estado, Pedro Castillo sigue empeñado en continuar con su política conciliatoria, incluso, El Washington Post menciona en un artículo de opinión: “Por otro lado, si algo hemos aprendido en estos casi cinco meses de mandato de Castillo, es que el presidente, pese a su formación de maestro, es alérgico al aprendizaje y no parece comprender la endeblez de su gobierno… me gustaría pensar que Castillo será capaz de enderezar el rumbo, empezar a cumplir las expectativas de quienes le confiaron su voto y hacer frente a ciertos sectores poco democráticos de la oposición empeñados en quitárselo de en medio…” pero la única forma de enderezar el rumbo y hacer frente a los sectores golpistas, es valiéndose del apoyo de las masas de trabajadores y campesinos que lo llevaron al poder y que aún confían en él, para demostrar que el poder no se encuentra en el congreso sino en las calles, de la mano de la clase obrera.

Así los ataques al gobierno de Castillo han continuado y entre más cede, más se intensifican. A finales de enero Avelino Guillen, el ministro del Interior presentó su renuncia pues no pudo ponerse de acuerdo con el presidente sobre las designaciones del cargo de viceministro de seguridad pública, su renuncia fue respaldada por Mirtha Vásquez quien días después también renunció. 

Ante la renuncia de Vásquez, se inició un nuevo proceso de renovación del gabinete, nombrando a Héctor Valer como premier, proveniente del partido ultraconservador Renovación Popular, marcando un cambio muy evidente desde la izquierda caviar hacia la derecha en su gabinete, poniendo ministros más al gusto del establishment. Sin embargo, este nuevo premier duró tan solo 3 días pues tuvo que presentar su renuncia cuando se hicieron públicas las múltiples denuncias que tiene por violencia y agresión hacia su exesposa e hija. 

Aníbal Torres, quien fungía como ministro de Justicia, fue nombrado nuevo premier, pero manteniendo los cambios al gabinete presentados por Valer donde Pedro Francke, ministro de Economía y Finanzas, fue sustituido por Oscar Graham quien busca cimentar puentes con los grandes empresarios, garantizando políticas seguras para sus negocios e inversiones. A su vez, otro nombramiento insostenible fue el de Erick Paz Meléndez como viceministro de Seguridad Pública, pues este desempeñaba el cargo de secretario general del Ministerio del Interior cuando Merino asumió la presidencia después de la vacancia de Vizcarra, por lo tanto, es corresponsable de la represión y lesiones de los manifestantes, así como del asesinato de Brian Pintado e Inti Sotelo, durante las protestas de noviembre de 2020. Paz Meléndez no duró mucho en el cargo pues renunció al tercer día, sin embargo, este tipo de actos merman la base de apoyo hacia el gobierno de Castillo, pues este nombramiento ante los ojos de las masas más radicalizadas es una abierta traición al movimiento social. 

El giro de Castillo nos muestra la imposibilidad de gestionar el capitalismo para hacerlo “más justo”, en medio de una crisis económica a nivel mundial sin precedentes, porque simplemente el capitalismo no se puede reformar ya que su bases políticas y económicas, están diseñadas para garantizar la acumulación de las riquezas en unas cuantas manos a costa de la explotación brutal de la mayoría de la población, pensar que esto puede cambiar desde la institucionalidad del mismo estado burgués no es más que una mera fantasía reformista, que una y otra vez nos demuestra que no se pueden resolver los grandes problemas y carencias de la clase obrera en base a la democracia burguesa y sus instituciones, para resolver las desavenencias de los oprimidos, es necesaria la organización independiente de los trabajadores, luchando por conquistar sus derechos laborales y mejorar su calidad de vida, pero también es necesario que esta organización trascienda de las demandas económicas y se encamine hacia demandas que los acerquen hacia la toma del poder obrero, solo así podremos erradicar de una vez y para siempre la explotación capitalista. El gobierno de Castillo está bajo constante ataque de la clase burguesa mediante el parlamento, y la única forma de cambiar la correlación de fuerzas será en las calles, luchando por avanzar, en primera instancia, por conquistar el programa que llevó a Pedro Castillo a la presidencia, como la nacionalización de la industria minera y el gas. La verdadera fuerza de la transformación social se encuentra entre los trabajadores del campo y la ciudad, y la clase obrera junto con el pueblo pobre solo pueden confiar en sus propias fuerzas.

Es necesario expresar que debemos oponernos ante cualquier intento golpista hacia el gobierno de Pedro Castillo, pero esto no significa que justificaremos su política conciliadora y de negociación con la burguesía. Nosotros pugnamos por una transformación radical de la sociedad basada en la organización y lucha de la clase obrera, y defendemos firmemente que solo mediante la revolución socialista podremos erradicar este sistema de explotación y barbarie.

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