Morenistas: navegando sin brújula

Hace unas semanas, el PDAC (Partido de Alternativa Comunista), la sección italiana de la Liga Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (LIT-CI), polemizó con nuestra posición en defensa de la revolución cubana y contra las movilizaciones reaccionarias del movimiento cubano 15N, pro-imperialista y a favor de la plena restauración del capitalismo en la isla caribeña.

[El artículo se publicó originalmente con el título "PDAC-LIT – navegando sin brújula", en referencia a la sección italiana de la LIT-CI]

No es la primera vez que recibimos estas atenciones del compañero del PDAC, Francesco Ricci, que nos invitó a un debate de ideas. Tomamos nota de ello, también porque en otras ocasiones el propio Ricci solía proponer enfrentamientos políticos burlándose del tamaño real (o presunto por él) de los grupos contra los que «polemizaba», como cuando nos definió como un «pequeño grupo» que publicaba «una revistilla» [1].

Por nuestra parte, no nos limitaremos a una respuesta sobre el análisis de la situación cubana y las consiguientes tareas para los marxistas, sino que intentaremos remontarnos a las raíces teóricas, el morenismo, de la gravísima desviación oportunista del PDAC y de la LIT-CI, que, de hecho, se han puesto del lado de la coalición «Archipiélago», punta de lanza del frente pro-imperialista que lucha por la completa restauración del capitalismo en Cuba.

De hecho, sólo a través de un análisis profundo es posible explicar los zigzags y «saltos mortales» teóricos de una corriente capaz, en las últimas décadas, de liquidarse políticamente dentro del peronismo en los años 50; de equiparar a Fidel Castro con Lenin y Trotsky en los 60 [2] ; de proponer un «frente único antiimperialista» a la junta militar argentina con motivo de la guerra de las Malvinas en 1982; de criticar la validez de la teoría de la revolución permanente de Trotsky primero en los años 60 y de nuevo en los 80; de considerar las contrarrevoluciones que restauraron el capitalismo en la URSS y los países del Este en 1989-1991 como «revoluciones democráticas»; de considerarse «cercanos al ELS (Ejército Libre Sirio)» [3] – milicia pro-imperialista orquestada por la Turquía de Erdōgan en la guerra civil siria-; de aplaudir a las bandas fascistas de la plaza Maidan en Ucrania como vanguardias de la revolución mundial [4] o de considerar al movimiento talibán en Afganistán como antiimperialista [5].

Cuestiones de método y de ABC (del marxismo)

El camino al infierno, como sabemos, está empedrado de buenas intenciones. Así, a pesar del declarado compromiso de debatir sin desvirtuar las ideas expresadas por el adversario, ya en la primera lectura del artículo de Ricci se nota su impulso por incluir en la polémica toda la parafernalia de citas cortas y a veces muy cortas sacadas de su contexto que le han servido durante años para producir, a intervalos casi regulares, el mismo artículo-collage sobre nuestros supuestos vicios (castrochavistas, entristas estratégicos y otras lindezas).

En este afán, las incorrecciones son numerosas. Antes de abordar el tema de Cuba, abordaremos los principales. Demos la palabra al propio Ricci:

«Sinistra Classe Rivoluzione (SCR) y la Corriente Marxista Internacional (CMI) retoman la vieja concepción antimarxista de “gobiernos condicionados por las masas”. Es decir, al mismo tiempo que se oponen a los gobiernos burgueses «ordinarios», apoyan la posibilidad de que, bajo la presión de las masas, los gobiernos burgueses de «izquierda» (es decir, compuestos por partidos reformistas o que en cualquier caso consideran reformistas) puedan evolucionar en una dirección progresista. Sólo a la luz de esta teoría se puede explicar que la sección británica de la CMI haya luchado hasta hace poco por un gobierno del Partido Laborista (entonces encabezado por Corbyn) “con un programa socialista”».

¡Grande es la confusión bajo el cielo! Aquí, de hecho, Ricci insinúa que Sinistra Classe Rivoluzione (SCR) piensa que la presión de las masas sobre un gobierno reformista puede producir un avance hacia el socialismo. El único argumento aportado para apoyar su tesis es la consigna de nuestros compañeros británicos de Socialist Appeal en la campaña electoral de 2018: «Los laboristas al poder con un programa socialista». Esta consigna, en un contexto objetivo en el que los revolucionarios son una pequeña minoría del movimiento obrero, sirve para acompañar la experiencia política de la gran masa de trabajadores que siguen siendo reformistas explicando lo que el Partido Laborista debería hacer para promover los intereses de los trabajadores, en caso de una victoria electoral, es decir, sin asumir ninguna responsabilidad por la conducta real de los dirigentes reformistas, en este caso Jeremy Corbyn. Esta consigna formaba parte del patrimonio táctico del movimiento trotskista de los años 30 y de la propia Cuarta Internacional (CI) fundada en 1938: hasta 1947, de hecho, fue aplicada en situaciones concretas por la mayoría de las principales secciones de la CI, particularmente cuando se encontraban interviniendo en presencia de fuerzas socialdemócratas o estalinistas de masas (Gran Bretaña, Bélgica, Francia, Italia, Austria, Alemania, Grecia, etc.) [6]

Pero Ricci también acaba polemizando contra Lenin que, criticando a la comunista inglesa Sylvia Pankhurst en 1920, escribió

«Al contrario, del hecho de que la mayoría de los obreros de Inglaterra siga todavía a los Kerensky o a los Scheidemann ingleses, de que no haya conocido aún la experiencia de un gobierno formado por esos hombres −experiencia que ha sido necesaria tanto en Rusia como en Alemania para que los obreros pasaran en masa al comunismo− se deduce de modo indudable que los comunistas ingleses deben participar en el parlamentarismo, deben ayudar a la masa obrera desde dentro del parlamento a ver en la práctica los resultados del gobierno de los Henderson y los Snowden, deben ayudar a los Henderson y a los Snowden a vencer a la coalición de Lloyd George y Churchill.

«Proceder de otro modo significa dificultar la obra de la revolución, pues si no se produce un cambio en las opiniones de la mayoría de la clase obrera, la revolución es imposible, y ese cambio se consigue a través de la experiencia política de las masas, nunca con la propaganda sola.» [7].

La corrección de las tácticas seguidas por nuestra Internacional también ha recibido, recientemente, una rotunda confirmación por parte de un feroz enemigo de clase: el servicio secreto británico. De hecho, unos archivos recientemente desclasificados del MI5 atestiguan que, en los años ‘70, el crecimiento de Militant, antecesor del Socialist Appeal, dentro del Partido Laborista, alarmó también a los servicios secretos de Su Majestad, preocupados por la posible conexión entre las ideas revolucionarias del marxismo y la masa de trabajadores adheridos a ese partido (ver How MI5 came to see Militant as a subversive threat). Sin embargo, las cuestiones de táctica revolucionaria parecen ser un libro cerrado para el grupo dirigente del PDAC, que debería tener la coherencia de acusar a Lenin y a Trotsky de revisionismo. Ricci, por el contrario, en lugar de detenerse y analizar más a fondo sus posiciones a la luz de los clásicos del marxismo, procede con su habitual acusación:

«Esta posición revisionista sobre el Estado se combina en la CMI SCR con un rechazo del partido de vanguardia tal como lo entendían Marx y Lenin. Ya hemos tratado este tema en un artículo de hace algunos años, al que nos remitimos: «Nuestras diferencias con el SCR (y las diferencias de SCR con el marxismo)».

«Baste decir aquí que la CMI y el SCR tienen, en esta cuestión, una concepción que ve en los trotskistas un acicate para la evolución de los supuestos sectores dirigentes progresistas de los partidos reformistas, y los partidos reformistas son vistos como las organizaciones «naturales» de la clase. De ahí la norma de construir el entrismo permanente en ellos (incluso cuando ya se han transformado durante décadas en organizaciones puramente liberales, como es el caso del Partido Laborista británico, que ahora los está expulsando). La única excepción a esto es cuando (como en Italia) no hay un partido al que afiliarse, por lo que acuden a la construcción externa a la espera de que surja un partido al que afiliarse (hasta hace unos años SCR esperaba la construcción de un “partido de los trabajadores” de la mano de… Landini)».

También en este caso, Ricci, demasiado aficionado a su crítica, que se resume en la manida expresión de «entrismo permanente», evita enfrentarse a la realidad. Ricci, en efecto, nos acusa más bien calumniosamente de haber rechazado la concepción del partido de vanguardia y, construyendo una prueba a favor, escribe que habríamos esperado pasivamente la construcción de un “’partido delos trabajadores’ de la mano… de Landini”. En este caso, afortunadamente, los hechos hablan por sí mismos. Y son duros de mollera, como le gustaba recordar a Lenin. ¿Cuáles son los hechos?

En 2006, los compañeros se separaron del Partido de la Refundación Comunista (PRC) para formar el PDAC. No está claro con qué criterio de «principio» en los 15 años anteriores, más o menos, la participación (incluso en los niveles de dirección) en un partido reformista como el PRC era aceptable, mientras que a partir de entonces habría constituido un «rechazo al partido de vanguardia». En cualquier caso, la trayectoria del PDAC comenzó allí. Pero entre proclamar ser un «partido» y serlo realmente, hay una gran distancia.

En los últimos 15 años, los camaradas del PDAC han polemizado repetidamente contra nuestra organización sobre este punto, acusándonos en esencia de renunciar a la tarea de construir un partido revolucionario. Pero los hechos hablan por sí solos: en los últimos años, las fuerzas reunidas inicialmente por el PDAC no han hecho más que reducirse, en parte debido a una serie de escisiones y conflictos internos. Autoproclamarse un partido, o proclamar «frentes de lucha» de los que la clase obrera no tiene el menor conocimiento, es sólo una práctica autorreferencial o autoconsoladora, no es «leninismo».

En cuanto al trabajo realizado en los últimos años por nuestra organización a nivel de la difusión de las ideas marxistas, la construcción entre los jóvenes, en los centros de trabajo, en el movimiento sindical, en el movimiento ecologista, de mujeres y otros, cualquiera que juzgue objetivamente no puede dejar de ver que está, en cantidad y calidad, por encima del realizado por cualquier otra organización. Y tenemos la impresión de que ésta no es la menor de las razones por las que el camarada Ricci siente periódicamente el impulso de atacarnos con artículos como el que aquí comentamos.

Antes de abordar específicamente nuestra posición sobre Cuba, y la crítica de la LIT-CI, debemos llamar la atención sobre nuevas imprecisiones en el sistema de «collage» de citas utilizado por Ricci. Ricci escribe que uno de nuestros artículos (Jorge Martín, «Cuba: el VIII Congreso del PCC y los retos a los que se enfrenta la revolución cubana», 15/6/2021) es «todos elogios para Raúl Castro… Y, en un arranque de imaginación, Raúl Castro se compara con Lenin, que durante el debate sobre la NEP defendió la importancia del monopolio del comercio exterior».

Maliciosamente, Ricci recorta las citas para uso de sus lectores, con el único propósito de poder fundamentar la impresión de que SCR y la Corriente Marxista Internacional (CMI) apoyan la perspectiva de una reforma de la burocracia cubana. Un párrafo entero del artículo de Jorge Martín se titula «Diferencias con la NEP» pero, de esto, no hay ni rastro en el «corta y pega» de Ricci. En cualquier caso, esto es lo que escribimos:

«Claramente el discurso de Raúl Castro en el VIII congreso iba dirigido contra aquellos que quisieran avances rápidos hacia la restauración del capitalismo, algo que no podemos sino aplaudir. Sin embargo, el problema es que las reformas económicas aplicadas hasta ahora van justamente en esa dirección, aunque quizás no todo lo rápidamente que algunos quisieran.

«Como hemos explicado anteriormente, las medidas adoptadas bajo la rúbrica de la Tarea Ordenamiento van en la dirección de aumentar los mecanismos de mercado dentro de la economía cubana, aplicarlos a la valoración de la eficiencia de las empresas del sector estatal, primar los incentivos materiales y la competencia entre empresas, la eliminación del principio de universalidad de las políticas sociales, etc. […]

«En realidad, a pesar de las palabras de Raúl Castro en su informe, el rumbo de la política económica en Cuba es claro. Las medidas aprobadas ya hace 10 años y sobre todo el golpe de timón del Ordenamiento representan un conjunto de reformas que tienen su propia dinámica: la del fortalecimiento del mercado en detrimento de la planificación, y el fortalecimiento de la acumulación privada en detrimento del sector estatal. Esta dinámica es independiente de la voluntad subjetiva del que aplica las reformas.» [8].

Apelamos a la capacidad de nuestros lectores para juzgar lo que queda de las calumnias difundidas por el PDAC.

Revolución y contrarrevolución en Cuba

El 14 de noviembre de 2021, el título de una declaración de la LIT-CI fue: «Cuba. ¡Todo el apoyo y solidaridad con la movilización del 15N! ¡Rechacemos cualquier intento de injerencia imperialista!».

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En el cuerpo del artículo, se afirma que «La protesta convocada por el grupo Archipiélago y decenas de activistas que participaron del 11J, exige esencialmente la liberación de los presos políticos y, en términos generales, la garantía de derechos democráticos básicos en el país, como la libertad de expresión, reunión, organización. No se trata de una acción política espontánea, como la del 11J, pero su eje de reivindicaciones es progresivo» [9].

Para salvar las formas de una capitulación frente a las fuerzas pro-imperialistas, la LIT-CI se apresura a dar un consejo a los organizadores de las protestas previstas para el día siguiente: «Por un lado, Archipiélago y los principales promotores de la marcha tienen la obligación de salvaguardar la más estricta independencia política con relación al imperialismo, sus agentes y, en ese sentido, promover la autoorganización y libre participación democrática de amplios sectores descontentos dentro de la clase trabajadora.« [10].

¿Quiénes son los promotores de Archipiélago y qué quieren? Nuestro compañero Jorge Martín ha hecho un excelente análisis:

«El principal promotor de la plataforma Archipiélago es el dramaturgo Yunior García Aguilera. Recientemente fue incorporado al “consejo deliberativo” de Cuba Próxima, una de tantas organizaciones dedicadas a promover la restauración capitalista (“el estado de derecho”) en Cuba. Para que se hagan una idea del carácter de este cenáculo, participa en su “comité asesor internacional” Esperanza Aguirre, la reaccionaria política española del PP salpicada por varios escándalos de corrupción. Pero eso no es lo peor. Entre otras “joyas”, el “consejo deliberativo” de Cuba Próxima incluye a Orlando Gutiérrez-Boronat, dirigente del llamado Directorio Democrático Cubano y la Asamblea de la Resistencia Cubana, ambas organizaciones del exilio reaccionario en Miami que reciben millones de dólares de diferentes agencias gubernamentales de EEUU (NED, USAID, IRI), etc. El 12 de julio de este año, Gutiérrez-Boronat bramaba desde Miami exigiendo una intervención militar de EEUU en Cuba, algo que ya había pedido en diciembre del año 2020» [11].

Para los que todavía tienen dudas sobre un posible carácter «indefinido» de Archipiélago, recordamos su eje programático fundamental:

«Para que no quede duda, el programa de 50 medidas anunciado por el Consejo es bien explícito: “El fin último … debe ser convertir a Cuba en una economía de mercado en la que el sector privado, las empresas de titularidad privada, sean el eje de la economía”, lo que se lograría mediante un “proceso de privatización abierta y transparente de empresas, organismos y activos estatales, incluyendo la tierra productiva”. A este paquete de medidas restauracionistas y monetaristas añaden un “plan especial a la compensación por las expropiaciones del período revolucionario” que permitiría “la mejora de las relaciones con Estados Unidos” (léase “subordinación vasalla”)» [12].

Haber ofrecido a la asociación «Archipiélago» su «pleno apoyo», aunque sea desde la distancia, es situarse en el terreno de la contrarrevolución, más allá de cualquier deseo subjetivo. El líder de Archipiélago que la LIT-CI califica de «progresista» y al que se dirige, Yunior García, a su llegada a España se reunió con representantes del PP y con el golpista venezolano Leopoldo López.

En realidad, esta posición es una especie de «campismo al revés», es decir, una tendencia sistemática a unirse a cualquier movimiento que se oponga a lo que el PDAC llama «castrochavismo», manteniendo abierta, en caso de triunfo de la reacción, la posibilidad de lavar la conciencia afirmando que siempre se ha estado a favor de la independencia de la injerencia burguesa y del imperialismo. Precisamos, desde nuestro punto de vista, que la lucha irreconciliable contra las facciones abiertamente pro-imperialistas de la emigración cubana no puede ser suficiente:

«Hoy la revolución está amenazada no sólo por la CIA o la burguesía cubana de Miami, sino también por un peligro más insidioso: el de una restauración capitalista según el modelo chino o, para usar un término común a Cuba, según el modelo vietnamita.

En los últimos meses se han anunciado nuevas liberalizaciones que permiten el trabajo privado a más de 2000 profesiones (antes 127) con empresas que pueden emplear hasta 100 personas. En la actualidad, la empresa privada emplea a más de 600.000 personas, el 13% de los trabajadores cubanos, el 40% de los cuales trabajan en la industria turística y el transporte. Esta es la base material del aumento de la desigualdad social, un cáncer que destruye la economía planificada desde dentro y que hoy representa la mayor amenaza para el futuro de la revolución» [13].

Para defender los logros de la revolución, en nuestra opinión, los elementos clave son la lucha por la democracia obrera y el internacionalismo proletario. Estamos seguros de que este eje estratégico global nos permitirá dialogar con aquellos movimientos, como los «Pañuelos Rojos», que, aunque de momento minoritarios y heterogéneos, expresan las tendencias revolucionarias más fértiles que están surgiendo en el seno de la juventud comunista en Cuba («Por supuesto que es sólo el principio, pero en algunos discursos ha surgido que ‘la mejor manera de combatir la contrarrevolución es la revolución”. Consignas como “abajo la corrupción, abajo la desigualdad, abajo el capitalismo, abajo el machismo, abajo la homofobia” muestran cómo este sector busca una salida revolucionaria a la crisis que agobia al país» (ibíd.).

Para dejar claro que no se trata de exigir «más socialismo», Jorge Martín escribió, en diálogo con el joven comunista cubano Aybar, que «Nosotros diríamos que no se trata de “adicionar el control desde abajo”, no se trata de dar “un mayor poder”, sino que la auténtica democracia obrera se basa justamente sobre este principio, el de la participación democrática y vinculante de la clase obrera en la toma de decisiones, en la gestión de todos los asuntos comunes. Todo el poder debe de estar en manos de la clase trabajadora.» [14].

En conclusión, las tareas de la nueva generación de revolucionarios en Cuba también pueden resumirse para nosotros de esta manera:

«Es necesario que estos debates que se están dando entre los comunistas cubanos se profundicen. La hora es grave. La revolución cubana está en una encrucijada decisiva. Para defenderla es necesario abrir la discusión y rearmar ideológicamente la vanguardia, particularmente la juventud. Hay que exigir que todas las corrientes de opinión revolucionarias tengan cabida en los medios de comunicación públicos. Para enfrentar a la contrarrevolución es indispensable confrontar a la burocracia con “métodos confrontativos” y “de agitación pública”. Hay que pasar de las palabras a los hechos. No hay tiempo que perder». [15]

«Reforma de la burocracia», «todo son alabanzas a Raúl Castro», etc.: ¿qué queda de las calumnias de Ricci? Por el contrario, la posición del PDAC y la LIT-CI, basada en el supuesto erróneo de que el capitalismo ha sido restaurado en Cuba desde hace varias décadas (nótese, de paso, que Ricci practicamente pasa por encima de la cuestión económica), los ha llevado directamente a los brazos de la reacción pro-imperialista.

Los orígenes del morenismo (1944-1960): ¿Perón o no Perón?

El inicio de la trayectoria política de Hugo Miguel Bressano (1924-1987), alias Nahuel Moreno, fundador y dirigente de la LIT-CI (corriente internacional de la que forma parte el PDAC), se remonta a los primeros años de la década de 1940, cuando siendo un joven estudiante se afilia al Partido Obrero de la Revolución Socialista (PORS), considerado entonces por la dirección de la IV Internacional como un intento de unificación del trotskismo argentino. Moreno fue separado del PORS en 1942, incorporándose a la Liga Obrera Revolucionaria (LOR) de Liborio Justo, alias Quebracho, de la que a su vez sería expulsado unas semanas después. Tras la desintegración del PORS, de la que nacieron una docena de grupos rivales, en 1944 Moreno fundó el Grupo Obrero Marxista (GOM), que desde noviembre de 1946 publicó la revista Frente Proletario. En ese contexto, el debate en la izquierda se centró en la naturaleza del naciente movimiento peronista.

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La Segunda Guerra Mundial había sido el punto de inflexión que creó las bases del peronismo. De hecho, como la mayor parte de la industria europea y norteamericana se había reconvertido a la producción de guerra, Argentina tuvo la oportunidad de impulsar sus exportaciones, acumulando enormes sumas de divisas para financiar los planes de desarrollo. Desde mediados de los años 30 hasta 1943, el número de trabajadores empleados en la industria pasó de 600.000 a un millón. Por primera vez en la historia nacional, la producción industrial superó a la agrícola.

Esta situación objetiva reavivó la idea de que Argentina podía tener un desarrollo capitalista «independiente». Sin embargo, por diferentes razones, ninguna fuerza política tradicional (ni los conservadores, ni la Unión Cívica Radical) coaguló un movimiento de masas sobre la base de esa estrategia. Por lo tanto, les correspondió a los militares, reunidos en el Grupo Obra de Unificación (GOU), llenar el vacío y derribar el gobierno del general Castillo. El golpe de Estado del 4 de junio de 1943 fue muy peculiar, porque su objetivo era evitar que el poder político quedara en manos de la oligarquía argentina, que quería subordinar completamente el país al imperialismo. La burguesía nacional, de la que también actuó como intérprete el coronel Domingo Perón, que hasta 1945 estuvo a cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión (una especie de ministro de trabajo), decidió utilizar esta acción de fuerza para oponerse a los sectores económicos que estaban dispuestos a la «colonización» yanqui. El GOU tenía simpatías por los países del Eje, aunque mantuvo la neutralidad de Argentina hasta el 28 de marzo de 1945, cuando se unió al ya victorioso frente aliado.

Sin embargo, las fórmulas, las declaraciones y los uniformes no son suficientes para caracterizar un régimen o un movimiento político. La política de Perón se basaba en la participación subordinada de las masas trabajadoras en la gestión del capitalismo. Sobre la base de las reformas sociales más importantes concedidas en Argentina en el siglo XX (aumentos salariales, derechos de pensión, vacaciones pagas, estatuto del peón rural, etc.), la popularidad de Perón entre los trabajadores, especialmente los grupos más recientemente proletarizados, creció enormemente, junto con la de los miembros de «su» Secretaría de Trabajo y Previsión que participaron en la reorganización de la Confederación General del Trabajo (CGT, una central sindical que en 1945 superaba el medio millón de afiliados).

Trotsky, en 1938, aplicando la teoría de la Revolución Permanente de forma no esquemática, había dado una explicación científica de aquellos procesos en los que miembros de la burguesía, como Lázaro Cárdenas en México, intentaban oponerse al imperialismo:

«En los países industrialmente atrasados el capital extranjero juega un rol decisivo. De ahí la relativa debilidad de la burguesía nacional en relación al proletariado nacional. Esto crea condiciones especiales de poder estatal. El gobierno oscila entre el capital extranjero y el nacional, entre la relativamente débil burguesía nacional y el relativamente poderoso proletariado. Esto le da al gobierno un carácter bonapartista sui generis, de índole particular. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases. En realidad, puede gobernar o bien convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial, o maniobrando con el proletariado, llegando incluso a hacerle concesiones, ganando de este modo la posibilidad de disponer de cierta libertad en relación a los capitalistas extranjeros. La actual política (del gobierno mexicano, N. del T.) se ubica en la segunda alternativa; sus mayores conquistas son la expropiación de los ferrocarriles y de las compañías petroleras.

Estas medidas se encuadran enteramente en los marcos del capitalismo de estado. Sin embargo, en un país semicolonial, el capitalismo de estado se halla bajo la gran presión del capital privado extranjero y de sus gobiernos, y no puede mantenerse sin el apoyo activo de los trabajadores. Eso es lo que explica por qué, sin dejar que el poder real escape de sus manos, (el gobierno mexicano) trata de darles a las organizaciones obreras una considerable parte de responsabilidad en la marcha de la producción de las ramas nacionalizadas de la industria.» [16].

Estas consideraciones, además de a Lázaro Cárdenas, se aplican a aquellos movimientos y regímenes, comúnmente llamados populistas, que han atravesado América Latina: desde Vargas en Brasil hasta Arbenz en Guatemala, desde el APRA peruano hasta Perón en Argentina. El hecho de que la burguesía nacional no sea capaz de actuar de forma coherente desde un punto de vista revolucionario no significa, por tanto, que en determinadas circunstancias no pueda entrar en conflicto con el capital extranjero y el imperialismo.

De ahí la permanente contradicción que daría lugar a la particular dinámica del régimen surgido en 1943. La polarización de la sociedad en dos campos no sólo dividió a la clase dominante, sino también a las organizaciones del proletariado. El Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista Argentino (PCA) formaban parte de la oposición conservadora y liberal de la Unión Democrática, dirigida de hecho por Braden, el embajador estadounidense en Buenos Aires.

Entre la miríada de grupos formados por el fracaso del PORS, el GOM de Moreno fue sin duda el que mantuvo su distancia con la ola de luchas obreras que en 1945-1947 hizo emerger al peronismo como fuerza hegemónica entre la clase obrera, alineándose en efecto con la crítica a ese movimiento por parte de las corrientes burguesas «democráticas» subordinadas al imperialismo. Según Moreno, se trataba de un «movimiento ficticio alentado y apoyado por funcionarios estatales y policiales» [17]. La compleja relación entre el gobierno peronista y los sindicatos obreros quedó relegada a una fórmula altisonante pero totalmente impresionista («los sindicatos oficialistas son fascistas o semifascistas» [18] ).

Al mismo tiempo, el GOM ofrecía asesoramiento a los sindicatos dirigidos por el PS y el PCA. Presa de un sectarismo visceral hacia las movilizaciones obreras encabezadas por el movimiento peronista, el GOM las abandonó, calificando el apoyo del imperialismo norteamericano a la Unión Democrática como una distracción. En esa situación, ciertamente compleja, una organización marxista debería haber participado en las movilizaciones del sector obrero del peronismo manteniendo una plena independencia de clase y separándose claramente de la Unión Democrática.

Cuando la presión imperialista llevó a la detención de Perón, fue una acción de los trabajadores la que arrancó a Perón de la cárcel con la movilización del 17 de octubre y obligó a la CGT a decretar la huelga general el 18 de octubre de 1945.

Cuatro meses después, el propio Perón ganó las elecciones presidenciales.

En 1948 el GOM se transformó en el Partido Obrero Revolucionario (POR), pero su posición no cambió. Todavía en 1949 Moreno definió la huelga del 17 de octubre de 1945 como una «movilización fabricada por la policía, los militares y nada más» [19]. Entre 1945 y 1953 la consigna del grupo Moreno fue «¡frente unido contra la CGT!» En general, la neutralidad frente a la injerencia imperialista en la vida política del país llevó al POR a acusar a los partidos burgueses de no luchar hasta el final contra el peronismo -de hecho, lo hicieron pero sin necesitar el asesoramiento de Moreno- y a permanecer pasivo frente a la intentona golpista de septiembre de 1951, cuando el Frente Proletario tituló al mejor estilo de Pilatos: «Contra el peronismo, el golpe, la oposición burguesa» [20].

En realidad, el POR se inclinaba hacia la oposición liberal burguesa, como atestigua su campaña a favor de la restitución a los antiguos propietarios del periódico pro-imperialista La Prensa, cerrado por Perón después de que sus columnas lanzaran llamamientos al derrocamiento del gobierno en febrero de 1951. En ese caso, el POR amalgamó la reivindicación democrática a favor de los periódicos del movimiento obrero -Frente Proletario y Voz Proletaria que también habían sido cerrados- con una lucha por la libertad de expresión de la burguesía vinculada al imperialismo norteamericano. Además, continuó el apoyo electoral al PCA, definido sin pudor como un partido cuyo programa incluía «formulaciones principales [que] coinciden con las de POR» [21].

Para cubrirse a su izquierda, el coronel Perón obtuvo la colaboración de un grupo escindido del PS que, en 1953, fundó el Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN). Al año siguiente, el POR, con uno de los típicos giros de 180º de Moreno, se fundió en esta articulación izquierdista del peronismo. En retrospectiva, Moreno se justificó afirmando que recién entonces se dio cuenta de la fuerza del plan norteamericano de dominación de la Argentina, agregando que el PCA -que él mismo apoyó electoralmente- fue durante años «la correa de transmisión en el movimiento obrero de estos planes de colonización» [22].

El objetivo pasó a ser la construcción de un «partido centrista de la izquierda legal» [23]. Ante el golpe de 1955, la federación bonaerense del PSRN cuyo periódico era La Verdad y estaba dirigida por el antiguo POR, no se distinguió por una propuesta de movilización obrera independiente contra el golpe de Estado en marcha y se limitó a apoyar una solución institucional basada en la elección de un senador peronista perteneciente a la CGT como vicepresidente del Senado, en caso de que Perón renunciara [24].

Tras el golpe de 1955, Moreno formó el Movimiento de Agrupaciones Obreras (MAO), publicando Unidad Socialista, antecedente de Palabra Obrera (1957) que concretó el giro hacia una liquidación política dentro del peronismo (teorizado por Milciades Peña desde 1956 en las páginas de Estrategia). Palabra Obrera se subtituló «órgano del peronismo obrero revolucionario» y, posteriormente, «bajo la disciplina del Gral. Perón y del Consejo Superior Justicialista”. No era una cuestión de pura forma: el número de Palabra Obrera del 27 de marzo de 1958, por ejemplo, invitaba a seguir la orden de Perón y votar al candidato burgués Arturo Frondizi en las elecciones presidenciales, polemizando incluso con los grupos de la izquierda peronista opuestos al intento de reconciliación con el régimen y partidarios del voto en blanco. La dirección de Palabra Obrera comenzó a definir al «peronismo, en bloque, como revolucionario. (…) Con esto, caímos en la liquidación de Palabra Obrera como organización trotskista. Dejó de publicar la revista como tal. […] Durante algunos meses los militantes de Palabra Obrera fueron incluso a distribuir el periódico burgués Democracia» [25].

Cayendo en el absurdo, en 1958 Palabra Obrera publicó Los vendepatria de Perón, que atribuía la caída de Perón en 1955 a un complot del «comunismo internacional». Curiosamente, ese mismo año Palabra Obrera se congratuló de «la derrota del gorila Fidel Castro en la huelga general de Cuba» [26]. Al año siguiente, fue aún más lejos, escribiendo que Castro era apoyado por empresas estadounidenses en fricción con Batista, a quien, en consecuencia, se presentaba, con cierta imaginación, como un Perón cubano.

No es de extrañar que, desde finales de los años 50, Palabra Obrera registrara una fuerte sangría de cuadros sindicales hacia el peronismo oficial. Esta auténtica «borrachera» pro-peronista volvería a desarrollarse cuando Perón regresó a Argentina a principios de los años 70, cuando la burguesía lo utilizó para canalizar y reprimir el ascenso revolucionario de la clase obrera desencadenado por las luchas de 1969. Sin embargo, a partir de 1960, el impacto de los acontecimientos cubanos provocó un nuevo bandazo, esta vez en dirección a un pro-castrismo totalmente acrítico.

Cuba y la desviación «foquista»: Moreno contra Trotsky

La falta de atención a la teoría marxista llevó a Palabra Obrera a alinearse completamente con la dirección castrista que había dirigido la Revolución Cubana de 1959-1962. Esto implicó también una claudicación a las teorías, entonces muy de moda en América Latina y fuera de ella, sobre la centralidad de la guerrilla campesina como estrategia fundamental de la revolución socialista. En 1962, el revisionismo de Moreno ya era desenfrenado: «La vida ha puesto de manifiesto las lagunas, omisiones y errores del programa de la Revolución Permanente», ante todo porque «no menciona siquiera a la guerra de guerrillas, y habla apenas, de pasada, sobre las consignas agrarias,» [27]. En pleno eclecticismo, los referentes concretos de Moreno pasaron a ser Fidel Castro y Mao Tse-tung:

«Las revoluciones cubana y china, comenzaran en circunstancias que los clásicos marxistas, caracterizan como “objetivas desfavorables": no hay grandes luchas sociales, y un puñado de hombres inicia una lucha armada. Sin embargo ese grupo transforma las condiciones en favorables…Y en este sentido debemos ampliar el concepto clásico de situación objetiva revolucionaria: es suficiente con que haya una serie de alienaciones sociales insufribles y grupos sociales dispuestos a combatirlas apoyándose en las masas que las sufren.» [28]

Con formulaciones que retrotraían el pensamiento político casi a los planteamientos de Mazzini de la época del Risorgimento, sobre el «golpe de gracia» de un puñado de rebeldes, Moreno propició otra sangría de militantes, esta vez en dirección al «foquismo» guerrillero. Ángel Bengochea, uno de los principales dirigentes de Palabra Obrera, regresó de Cuba convencido de la necesidad de pasar a la guerrilla; otros militantes argentinos, encabezados por Daniel Pereyra [29] , apoyaron el intento de guerrilla de Hugo Blanco en Perú.

Al mismo tiempo, el apoyo acrítico a Castro se convirtió en adulación absoluta:

«Nuestra admiración, respeto, reconocimiento hacia ellos, como jefes del proceso revolucio­nario latinoamericano, no tienen límites. En el caso de Fidel Castro no hemos dudado en considerarlo junto con Lenin y Trotsky, uno de los más grandes genios revolucionarios de este siglo.» [30]

Al año siguiente, en plena continuidad con la línea foquista, se inició el proceso de fusión con el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), grupo tucumano liderado por Mario Roberto Santucho. De esta fusión nació el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), que desde su origen manifestó dos posiciones políticas incompatibles. En lugar de aclarar sus diferencias, tanto Moreno como Santucho trataron de utilizar la fusión con el otro sector como instrumento -¡lo contrario que un partido al estilo bolchevique!-. Tras un interludio de una década, en 1963 el grupo de Moreno se había reincorporado al Secretariado Unificado-Cuarta Internacional (SU-CI) dirigido por Ernest Mandel, Pierre Frank y Livio Maitán, que tampoco criticaban el ascenso de Castro y estaban a favor de pasar a la lucha armada en América Latina.

El paso de amplios sectores del PRT hacia el desastroso atajo de la guerra de guerrillas comenzó en 1966-1967. Moreno sólo se echó atrás a principios de 1968, pero, para Bolivia, siguió impulsando la consigna «¡Todo el poder al ELN (Ejército de Liberación Nacional)!» [31]. El IX congreso del SU-CI apoyó a Santucho, declarando a la fracción de Moreno (PRT-La Verdad) como simpatizante. Sólo tres años más tarde, los morenistas y el SWP estadounidense construyeron una tendencia interna en el SU-CI sobre la base de la oposición a la línea foquista, omitiendo, por supuesto, que habían compartido esta línea al menos desde 1963.

El frente único… ¡pero con la dictadura militar!

La crítica tardía al foquismo se combinó con un giro electoralista en Argentina. El PRT-La Verdad se fusionó con una sección de la socialdemocracia, el PS de Juan Carlos Coral. En las elecciones presidenciales de 1973, los candidatos a la presidencia del PSA (luego Partido Socialista de Trabajadores, PST) no eran dirigentes obreros surgidos del ciclo de luchas abierto con el Cordobazo de 1969, sino exponentes socialdemócratas grises como el propio Coral. Esta convergencia llevó al morenismo a posicionarse como el ala izquierda del campo peronista, éste a su vez en pleno giro a la derecha por la presión de la burguesía. En 1974, Coral llegó a participar con otros siete partidos en una reunión con Perón, al final de la cual se redactó un documento centrado en la defensa de las instituciones.

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Incapaz de comprender la preparación del golpe, el periódico del PST Avanzada Socialista, escribió: «Ahora la batalla contra el gobierno, contra sus variantes y contra las distintas alternativas patronales se traslada al terreno electoral. Debemos prepararnos activamente para la batalla en este terreno» [32]. Persistiendo más allá de lo imaginable en esta perspectiva errónea, el PST trató de sacar una revista legal, poco más de un mes después del golpe de marzo de 1976, escribiendo que «en general, los delegados de los trabajadores fueron respetados. Sin embargo, algunas detenciones, algunos despidos, ciertas amenazas y la presencia del terrorismo de ultraderecha -cuya actividad continúa sin estabilizarse- dejan abierta la posibilidad de una persecución generalizada contra el activismo obrero» [33]. La represión de la dictadura militar golpeó con ferocidad al movimiento obrero. El PST también sufrió una terrible represión, con un centenar de mártires a los que también rendimos homenaje. El PST fue disuelto oficialmente por la dictadura, pero su producción teórica continuó sorprendentemente adaptándose a la nueva situación:

«Incluso hoy, y con razón, los militares dicen que no querían el golpe. Que se vieron obligados a hacerlo. (…) La patronal y las fuerzas armadas se opusieron a López Rega. Desconfiaban de él y no creían que sus métodos fueran la mejor manera de tratar con el movimiento obrero. Sin embargo, fue la clase obrera -incluida la burocracia sindical- junto a los sectores populares la que logró la semidestrucción del lopezreguismo» [34].

Pero la forma más orgánica de adaptación a la dictadura militar estaba aún por manifestarse. Tendría que esperar hasta abril de 1982, cuando la tambaleante junta militar gobernante en Argentina ocupó militarmente las Islas Malvinas, precipitando un conflicto militar con Gran Bretaña [35]. En ese contexto, como han recordado nuestros compañeros Michel Goulart Da Silva y Serge Goulart, Moreno «comprendió que había llegado la hora de un Frente Único Antiimperialista (FUA) junto a la dictadura de Galtieri contra el gobierno imperialista de Su Majestad británica. Desarrollando su pensamiento esquemático y lleno de fórmulas rastreras, Moreno estaba tan contento de hacer un FUA (que terminaría con una revolución dirigida por él mismo, por supuesto), que no se dio cuenta de que fue la dictadura militar, con sus 30.000 muertos, la que atacó al imperio británico. Moreno no entendió que Galtieri maniobraba con el nacionalismo argentino para intentar salvar la dictadura que destruyó sindicatos, partidos y libertades democráticas. .»

El PST publicó un manifiesto que decía: «Como socialistas, como antiimperialistas y como argentinos reiteramos nuestra decisión de participar con todas nuestras fuerzas y con la mayor energía en el esfuerzo y la lucha que el pueblo argentino debe llevar a cabo para rechazar la agresión imperialista, cualquiera que sea el terreno en que esa lucha se desenvuelva y cualquiera sean los riesgos que la misma implique. Esta firme posición se mantiene y se mantendrá por encima de las insuperables diferencias que nuestra corriente mantiene con el Gobierno Milita» (Partido Socialista de los Trabajadores, «El mandato de la hora: derrotar al invasor», 1982) [36].

La iniciativa del PST fue plenamente compartida por la LIT-CI, fundada en 1981. Ricardo Napurí, entonces senador peruano elegido en las listas del POMR y miembro de la fracción de Moreno a nivel internacional, ha recordado recientemente su compromiso con el apoyo de Perú a la guerra de la dictadura de Galtieri. Napurí incluso promovió el viaje de una delegación internacional a Argentina, donde fue recibido por funcionarios del gobierno. Una excursión aérea a las Malvinas en la fuerza aérea argentina sólo fue imposible por la derrota militar de la dictadura [37].

La «Escuela de cuadros» [1984]: una nueva revisión del trotskismo

Tras la caída de la dictadura militar, con un enésimo bandazo, Moreno y el PST, de vuelta a la legalidad, saludaron la transición al gobierno civil como una «revolución democrática triunfante», abriéndose explícitamente a una teoría de la revolución, de origen menchevique, dividida en dos fases separadas y distintas [38]. La línea política se hundió en el electoralismo, base de una crisis posterior que fragmentó el Movimiento al Socialismo (MAS), nuevo nombre de la corriente morenista, en decenas de organizaciones rivales. El enfoque revisionista recibió una justificación teórica en un largo discurso de Moreno en una escuela de cuadros del PST celebrada en 1984.

A una teoría de la revolución socialista «por etapas», Moreno añadió el abandono de la perspectiva, central para los marxistas, del papel hegemónico de la clase obrera y la construcción del partido revolucionario mundial:

«Tenemos que formular que no es obligatorio que sea la clase obrera y que sea un partido marxista revolucionario con influencia de masas el que dirija el proceso de la revolución democrática hacia la revolución socialista. No es obligatorio que sea así. Al revés: se han dado, y no está descartado que se den, revoluciones democráticas que en el terreno económico se transforman en socialistas. Es decir, revoluciones que expropien a la burguesía sin tener como eje esencial a la clase obrera ­o teniéndola como participante importante­, y no teniendo partidos marxistas revolucionarios y obreros revolucionarios a su frente, sino partidos pequeñoburgueses» [39].

Con estas declaraciones, Moreno había vuelto a poner la revolución democrática en el orden del día tanto en los países capitalistas avanzados como en los países coloniales o semi-coloniales dominados por el imperialismo. Para quienes no estaban de acuerdo con esta teoría, que hacía retroceder las agujas de la historia hasta el siglo XIX, Moreno estaba dispuesto a desatar la acusación de «maximalismo». Este cambio estratégico dispuso (y dispone) a Moreno a pactar con las corrientes burguesas que se oponían a un régimen dictatorial, abandonando cualquier mínima frontera de clase. Además, Moreno hizo explícito que «como un paso hacia la revolución socialista, nosotros estamos a favor de que venga un régimen burgués totalmente distinto [al régimen contrarrevolucionario]» [40]. Con esta estrategia, un grupo marxista acabaría alineándose con la burguesía liberal y los reformistas en cualquier transición posdictatorial en la que la clase dominante pretendiera volver a ejercer su dominio a través de formas democrático-burguesas.

Esta visión se profundizó, en abierta polémica con Trotsky, en 1986:

«Lo que Trotsky no planteó, pese a que hizo el paralelo entre el stalinismo y el fascismo, fue que también en los países capitalistas era necesario hacer una revolución en el régimen político: destruir al fascismo para reconquistar las libertades de la democracia burguesa, aunque fuera en el terreno de los regímenes políticos de la burguesía, del estado burgués. Concretamente, no planteó que era necesaria una revolución democrática que liquidara al régimen totalitario fascista, como parte o primer paso del proceso hacia la revolución socialista, y dejó pendiente este grave problema teórico.» [41]

En realidad, a pesar de las proyecciones personales de Moreno, Trotsky no dejó nada sin resolver. Más sencillamente, el revolucionario ruso dio una respuesta diametralmente opuesta a la del líder argentino. En la correspondencia que Trotsky mantuvo en 1930 con Pietro Tresso, Alfonso Leonetti y Paolo Ravazzoli (miembros del Buró Político del Partido Comunista de Italia que acababan de ser expulsados del partido por «trotskismo» y futuros dirigentes de la Nueva Oposición Italiana), reflexionando sobre las perspectivas políticas que se abrirían en Italia con la caída del régimen fascista, el fundador del Ejército Rojo propuso esta reflexión, también de método, tras haber partido de la premisa de que la naturaleza de la revolución que se avecinaba sería obrera y socialista y no «popular» y democrática:

«¿Significa esto que Italia no puede convertirse nuevamente, durante un tiempo, en un estado parlamentario o en una república democrática? Considero - y creo que en esto coincidimos plenamente - que esa eventualidad no está excluida. Pero no será el fruto de una revolución burguesa sino el aborto de una revolución proletaria insuficientemente madura y prematura. Si estalla una profunda crisis revolucionaria y se dan batallas de masas en el curso de las cuales la vanguardia proletaria no tome el poder, posiblemente la burguesía restaure su dominio sobre bases democráticas. ¿Puede decirse, por ejemplo, que la actual república alemana es una conquista de la revolución burguesa? Sería absurdo afirmarlo. Lo que se dio en Alemania en 1918-1919 fue una revolución proletaria, engañada, traicionada y aplastada por la falta de dirección. Pero, no obstante, la contrarrevolución burguesa se vio obligada a adaptarse a las circunstancias provocadas por esta derrota de la revolución proletaria a tomar la forma de una república parlamentaria democrática. ¿Se puede excluir la misma variante - o una parecida - en Italia? No, no se la puede excluir. El fascismo llegó al poder porque la revolución proletaria de 1920 no llegó hasta el final. Sólo una nueva revolución proletaria puede derrocar al fascismo. Si esta vez tampoco está destinada a triunfar (por la debilidad del Partido Comunista, las maniobras y traiciones de los socialdemócratas, francmasones, católicos), el estado transicional que la burguesía se verá obligada a edificar sobre las ruinas de su forma fascista de gobierno no podrá ser otra cosa que un estado parlamentario y democrático.» [42]

En estas poderosas líneas de Trotsky, está contenida la clave para entender, aún hoy, cómo luchan las diferentes clases sociales y sus partidos durante las llamadas, y numerosas, transiciones «democráticas». En Moreno, el método de investigación adoptado por Trotsky se invierte: una «revolución proletaria insuficientemente madura» se convierte mágicamente en una «revolución democrática triunfante». Y la incomprensión del uso burgués de los medios «democráticos» de dominación sólo puede generar desastres políticos.

Después de Moreno: el mito de la revolución democrática y la confusión permanente (Siria, Ucrania, Venezuela, Afganistán, etc.)

Las teorías erróneas se corresponden necesariamente con errores en la acción política. Esta ley funcionó en el caso del morenismo incluso después de la muerte de Moreno en enero de 1987.

Así, frente a las contrarrevoluciones de 1989-1991, que abrieron el camino a la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y Europa del Este, la LIT-CI exaltó estos movimientos como «revoluciones democráticas» sin contenido de clase. Sin temor a ser grotesco, el gobierno pro-capitalista de Mazowiecki [43] en Polonia fue descrito como «un gobierno obrero en el marco de una dictadura no burocrática del proletariado» [44]. Se trata de una tontería tan evidente que incluso es difícil comentarla. Sin embargo, aún hoy la LIT-CI reivindica ese análisis, caracterizando la ruptura de la Unión Soviética como «un triunfo del trotskismo» [45] y una victoria mundial de los trabajadores.

La música no cambia si se examinan los acontecimientos de la política internacional más cercanos cronológicamente. La LIT-CI, como en el caso de las movilizaciones pro-imperialistas en Cuba, muestra una tendencia sistemática a confundir revolución y contrarrevolución.

En Siria, por ejemplo, después de que el movimiento popular de masas contra el régimen de Assad fuera aplastado por la guerra civil y la aparición del fundamentalismo islámico, la LIT-CI continuó sin cesar hablando de una revolución en curso, cayendo en posiciones abiertamente oportunistas hacia el sector de la oposición siria liderado por el Ejército Libre Sirio (ELS), una fuerza reaccionaria que ha estado particularmente bajo la influencia turca durante algunos años. Embelleciendo a los llamados rebeldes sirios, Daniel Sugasti, líder de LIT-CI, reconoció que esas milicias, consideradas como progresistas por su corriente, «básicamente están compuestas por el Ejército Libre Sirio (ELS), el Frente Islámico, la principal fuerza insurgente sobre el terreno con cerca de 45.000 soldados, además de una extensa red de comités locales que, en algunos casos, administran las ciudades que fueron tomadas de la dictadura.» [46]. En el mejor de los casos se critica a la dirección del ESL por su «incapacidad» para llevar la lucha contra Assad hasta el final, mientras que del Frente Islámico de Alepo ha tenido la audacia de escribir que «que a pesar de su programa islámico tiene como centro el combate a la dictadura y lucha al lado de rebeldes laicos» [47]. Cabe recordar que el Frente Islámico es una organización salafista, financiada por Arabia Saudí, que rechaza explícitamente cualquier forma de «democracia representativa» y cuyo objetivo es instaurar un califato. Aliados interesantes para apoyar desde el punto de vista de la «revolución democrática».

Concretamente, la LIT-CI ha propuesto nada menos que una «campaña de solidaridad incondicional, de completo apoyo a la victoria militar del pueblo sirio, que se expresa en las milicias rebeldes del ELS, del Frente Islámico, de los comités locales, de los consejos locales, y de un amplio abanico de sectores, laicos o no» [48] , comparando la Siria de mediados de la década de 1910 con la España revolucionaria de 1936-1937 [49] …

Pasando al cuadrante europeo, con una asombrosa ceguera para el análisis de las dinámicas de masas, en 2014 la LIT-CI calificó de «revolucionario» el movimiento ucraniano de la plaza Maidán, en realidad pro-UE y marcado por un importante componente neonazi, llegando a denunciar una situación que estaría marcada por «un ‘dualismo de poderes’ entre el ejercido por el autoproclamado ‘nuevo gobierno’ y el poder de la plaza Maidán», con sus comisiones y milicias, independientemente de que en ellas actúen sectores de extrema derecha, que pueden haber jugado un papel de «vanguardia» en los enfrentamientos con la policía, pero que siguen siendo sólo una parte de un movimiento popular mucho más amplio» [50].

Incluso recientemente, la sección rusa de LIT-CI ha mezclado analíticamente movimientos de naturaleza muy diferente, escribiendo que «La revolución ucraniana fue la culminación del gran ascenso social y la polarización vigente en el Viejo Continente, que comenzó con la «Generación Difícil» portuguesa y los «Indignados» españoles y continúa, en el momento de escribir este artículo, con la lucha de los «chalecos amarillos» en Francia» [51].

Así pues, no pueden causar gran sorpresa los reiterados llamamientos de la LIT-CI a participar en Venezuela -¡con su propio programa, por supuesto! – en las movilizaciones convocadas por la derecha contra el régimen de Maduro, como en 2017 con motivo de las protestas lanzadas por la Mesa por la Unión Democrática (MUD) o en 2019 en los albores de la intentona golpista pro-imperialista de Guaidó [52].

Permítannos, por último, un último apunte. El impresionismo sin límites de la LIT-CI también «golpeó» con motivo de la retirada del imperialismo estadounidense de Afganistán en agosto de 2021. Dejemos claro que, como Corriente Marxista Internacional (CMI), nos hemos opuesto a la ocupación imperialista de Afganistán desde el primer día. Sin embargo, esto nunca nos ha llevado a conceder una licencia antiimperialista a los talibanes, uno de los movimientos más reaccionarios del mundo, fundado y alimentado en los años 90 bajo la protección -y financiación- del ISI, el poderoso servicio de inteligencia del ejército pakistaní. Este no es el caso de LIT-CI, que atribuye a los talibanes una función al menos parcialmente progresiva [53].

La historia del morenismo es una historia de zigzags, de giros y contra giros de 180 grados. Moreno tenía cierta capacidad oratoria y carisma, pero su principal limitación era un considerable impresionismo y una tendencia a la improvisación con los inevitables errores políticos a los que tal método conduce. No se trataba de simples errores tácticos, que son posibles en cualquier organización revolucionaria, sino de errores de principio, a veces macroscópicos. En 1970, el marxista británico Ted Grant, fundador de nuestra internacional, criticando el oportunismo del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional (SU-CI) hacia los regímenes estalinistas chino y yugoslavo, caracterizó así a los dirigentes de esa corriente:

«De esta manera reforzaron los errores de su actitud anterior, violando algunas ideas fundamentales del marxismo, esta vez en el polo opuesto. Repitieron este proceso como lo habían hecho antes los estalinistas: a cada gran giro de los acontecimientos zigzagueaban de una posición a otra, sin utilizar nunca el método marxista de analizar los acontecimientos desde el punto de vista original y corregir los errores, para alcanzar un nivel superior de pensamiento sobre esta base. Cada cambio de línea, cada giro táctico, caía bruscamente como una nueva revelación de lo alto, para ser administrada a los fieles en resonantes discursos y documentos. Esto, entre otros factores, fue una de las principales causas de la total incapacidad para orientarse correctamente en la evolución de los acontecimientos. La honestidad de los propósitos sólo puede ser alcanzada por quienes tienen confianza en sí mismos, en sus ideas y en su autoridad política. Sólo por estos medios se puede templar y educar a los cuadros del movimiento revolucionario para la gran tarea que enfrenta la humanidad» [54].

Estas líneas describen también la trayectoria de los grupos dirigidos por Moreno: un viaje perpetuo del oportunismo al sectarismo y del sectarismo al oportunismo, que ha condenado a las organizaciones de Moreno en más de una ocasión a pasar del campo de la revolución al de la contrarrevolución. Como demuestran las recientes posiciones adoptadas por la LIT en Siria, Ucrania, Afganistán y Cuba. Esta es, en definitiva, la escuela de Moreno. Los que pasaron por esa escuela hoy pretenden darnos lecciones de marxismo revolucionario. Son libres de hacerlo, por supuesto, y los compañeros del PDAC no son ciertamente los únicos que se dedican a este ejercicio.

Normalmente, no respondemos a este tipo de polémica pública. Pero en este caso hemos decidido hacer una excepción. La razón es fácil de explicar. Hemos llegado a la conclusión de que la reciente polémica que nos han dirigido los compañeros del PDAC es fruto de una frustración y desorientación dictada por la crisis de su Internacional (con la grave y sustancial escisión de la sección brasileña) y un clima de autocrítica que se generó en el Congreso Mundial de la LIT de 2018.

Los compañeros, en sus boletines, hablan del bajo nivel político de los cuadros, de la escasa cohesión en la dirección de las secciones nacionales e internacionales, del oportunismo manifiesto de algunos de sus dirigentes a nivel electoral y sindical y nos parece que este análisis pretende encontrar una posible salida. Seguimos este debate suyo con respeto, pero precisamente por eso hemos decidido intervenir y expresar nuestro punto de vista, que puede ser más o menos escuchado, pero que está inspirado en motivos sinceros.

Nuestro punto de vista es que el movimiento morenista, aunque provenga de la tradición trotskista, no ha sido capaz de resistir las presiones a las que se han visto sometidos los revolucionarios en la posguerra, y no ha ofrecido ni un freno ni una alternativa válida a la degeneración de la IV Internacional. Basta con mirar los congresos mundiales de la Cuarta Internacional y el papel volátil de Moreno para entenderlo. Si hay una característica principal del morenismo, es precisamente la de una navegación sin brújula.

En conclusión, es difícil pensar que desde esta herencia política se pueda pretender sentar las bases teóricas, programáticas, estratégicas y tácticas para la construcción de esa internacional marxista y revolucionaria que es más urgente que nunca para salvar a la humanidad de la crisis del capitalismo. En realidad, el propio morenismo no tiene una base teórica estable, sino que es el resultado de una serie de adaptaciones y concesiones al marco político dado, amplificados por lo que era necesario de vez en cuando para justificar teóricamente las maniobras políticas de Moreno. Para los militantes de buena fe del PDAC, nuestra invitación es a emprender un serio reexamen de los fundamentos teórico-políticos y de las tradiciones de su organización, único remedio eficaz para encontrar una salida al callejón sin salida en el que su movimiento está irreversiblemente atascado desde hace más de medio siglo.


[1] Véase F. Ricci, “¿Polo de clase o Frente Único con D’Alema? ¿Propuesta congresual alternativa clara y unitaria dirigida a miles de camaradas del PRC o unidad chapucera con Falce Martello?”, 15/10/2004, publicado en progettocomunista.it.

[2] Véase N. Moreno, “Dos métodos frente a la revolución latinoamericana”, Estrategia, nueva serie, 1964.

[3] N. Lavalle, “Habla un líder guerrillero sirio”, 5/3/2014, Avanzada Socialista (diciembre 2013), periódico de la sección argentina de la LIT-CIi.

[4] “El proceso revolucionario en Ucrania se ha convertido en uno de los más avanzados del mundo”, en R. León,” Ucrania: un análisis clasista e internacionalista de los hechos contra las falsas lecturas de la prensa burguesa y gran parte de la izquierda”, 5/3/2014

[5] Secretariado Internacional (LIT-CI); “Afganistán: la culminación de la derrota del imperialismo”, 20/8/2021.

[6] El Partido Socialista de los Trabajadores (SWP), la sección estadounidense de la CI, se mantuvo tibio ante el uso de esta palabra de moda, pero no aportó ninguna crítica teórica al respecto en su momento. El primer grupo significativo que rompió con esa formulación táctica fue la sección francesa, el Parti Communiste Internationaliste (PCI), cuando, tras su 4º congreso en noviembre de 1947, la fracción de izquierdas dirigida por Pierre Frank obtuvo por poco la mayoría en la organización. A partir de entonces, creyendo erróneamente que las huelgas obreras de aquel otoño significaban el derrocamiento obrero del estalinismo, el PCI utilizó la fórmula de «gobierno obrero y campesino» como sinónimo de dictadura del proletariado. Ya en la Conferencia Internacional de 1946, el Partido Comunista Revolucionario (PRC) británico de Ted Grant y Jock Haston había advertido de los riesgos de subestimar el papel del reformismo, especialmente del estalinismo, entre los trabajadores, véase PRC, «Sur la construction du parti et nos tâches», en R. Prager (ed.), Les congrès de la Quatrième Internationale, vol. II, La Brèche, París 1981, pp. 452-453.

[7] V. I. Lenin, El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo.

[8] https://www.marxist.com/el-8-congreso-del-pcc-y-los-retos-a-los-que-se-enfrenta-la-revolucion-cubana.htm

[9] Declaración de la LIT-CI, «Cuba. ¡Pleno apoyo y solidaridad a la movilización del 15N! Rechazo a todo intento de injerencia imperialista», 14/11/2021.

[10] Ibíd.

[11] J. Martin, «Cuba ante la provocación reaccionaria del 15N – ¿Cómo defender la revolución? – https://www.marxist.com/cuba-ante-la-provocacion-reaccionaria-del-15n-como-defender-la-revolucion.htm

[12] Ibíd.

[13] J. Renda, «Cuba. ¿Cómo defender la revolución?», Rivoluzione, nº 83, 10-12-2021, p. 6.

[14] J. Martin, «Cuba ante la provocación reaccionaria del 15N – ¿Cómo defender la revolución? – https://www.marxist.com/cuba-ante-la-provocacion-reaccionaria-del-15n-como-defender-la-revolucion.htm

[15] Ibíd.

[16] L. Trotsky, «Industria nacionalizada y gestión obrera», Escritos, Tomo X, pág. 482, Editorial Pluma.

[17] Frente Proletario, n° 7, agosto de 1947.

[18] Ibíd.

[19] N. Moreno, «Movilización antimperialista o movilización clasista», Revolución Permanente, n° 1, 21 de julio de 1949.

[20] Frente Proletario, n° 66, 8-10-1951.

[21] Frente Proletario, n° 67, 15-10-1951.

[22] N. Moreno, 1954, año clave del peronismo, Ediciones Elevé, Buenos Aires 1971, p. 35.

[23] N. Moreno, El golpe gorila de 1955, Ediciones El Socialista, Buenos Aires 2012, p. 65.

[24] En esa ocasión, el Secretario General de la CGT ofreció a Perón el apoyo militar de sus miembros. Se temía la formación de milicias obreras, pero Perón se negó a armar al proletariado. En septiembre de 1955, el golpe de la reacción se produjo sin problemas y el general argentino prefirió dimitir voluntariamente y marcharse al exilio dorado.

[25] E. Gonzaléz, El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, Antídoto, Buenos Aires 1996, volumen 2, p.

[26] Palabra Obrera, 17-4-1958.

[27] N. Moreno, La revolución latinoamericana, Ed. Chaupimayo, Lima 1962, p. 53.

[28] Ibíd.

[29] Sin querer ponerse de acuerdo en las palabras y los hechos, un mes después de la detención de sus militantes, Moreno declaró al diario limeño La Prensa: «Pereyra es un loco y un aventurero. […] Fue Pereyra quien coordinó el asalto y los planes revolucionarios» (La Prensa, 29-5-1962).

[30] Moreno, «Dos métodos frente a la revolución latinoamericana», Estrategia, nueva serie, 1964.

[31] Véase Estrategia, n° 7, septiembre de 1968.

[32] Avanzada Socialista, n° 245, 5-12-1975.

[33] Cambio, n° 1, 15-1-5-1976.

[34] Boletín mensual, PST, enero de 1977, p. 1, reproducido en Francia.

[35] Las Malvinas son un archipiélago del Océano Atlántico Sur compuesto por 778 islas. El archipiélago fue ocupado por los británicos, los españoles y los franceses en diferentes momentos. En 1832 los británicos volvieron a ocupar el archipiélago, integrándolo en el Reino Unido y fomentando la colonización de una población predominantemente escocesa y galesa. Los gobiernos argentinos, desde Juan Manuel de Rosas, han reclamado la devolución del archipiélago a Argentina. Durante más de un siglo, la Falkland Islands Company (FIC) dominó la vida económica de las islas, desarrollando la ganadería ovina y la producción de lana, que se vendía a Gran Bretaña.

[36] Michel Goulart Da Silva, Serge Goulart, «Nahuel Moreno, revisionismo y adaptación en la guerra de las Malvinas», 5-5-2021 (véase https://argentinamilitante.org/nahuel-moreno-revisionismo-y-adaptacion-en-la-guerra-de-las-malvinas/).

[37] El propio Napurí recuerda: «Fui recibido por el vicecanciller argentino ya que Costa Méndez no estaba en ese momento. Como yo era ex aviador y periodista, me propusieron viajar a las Malvinas, pero como la guerra tomó un rumbo negativo, no pude concretarlo» (ver http://pabloraulfernandez.blogspot.com/2012/04/entrevista-ricardo-napuri-30-anos-de-la.html).

[38] Ver Argentina: revolución democrática triunfante, documento interno del PST de 1984, reeditado en papel en 1992 en Ediciones Crux de Buenos Aires

[39] Escuela de cuadros, 1984, op. cit.

[40] Escuela de cuadros, 1984, documento interno del PST, reeditado en 1992 en Ediciones Crux de Buenos Aires, p. 108.

[41] N. Moreno, Revoluciones del Siglo XX, Cuaderno de Formación n° 3, Editorial Antídoto, Buenos Aires, 1986, p. 53.

[42] ] L. Trotsky Problemas de la revolución italiana, 14 de mayo, 1930, en Escritos, Tomo 1 1929 - 1930 volúmen 4, Pluma, Bogotá 1977, pp 24-25..

[43] Tadeusz Mazowiecki (1927-2013), católico e intelectual liberal, fue primer ministro de Polonia entre agosto de 1989 y enero de 1991, liderando la primera fase de la restauración capitalista en tándem con Lech Wałęsa, presidente de Polonia en 1990-1995.

[44] Véase Correo Internacional, n° 44, enero de 1990.

[45] Martín Hernández, Correo Internacional, n° 17, mayo de 2017, pp. 44-47.

[46] Daniel Sugasti, «Siria: la revolución continúa», 31 agosot 2014, sitio de la LITCI https://litci.org/es/la-revolucion-continua/.

[47] Ibíd.

[48] Ibíd.

[49] Véase Lit-Ci, «Una nueva fase de la revolución plantea la necesidad de la solidaridad internacional», 5-10-2013.

[50] R. León, «Ucrania: un análisis clasista e internacionalista de los hechos. Contra las falsas lecturas de la prensa burguesa y de gran parte de la izquierda», 5-3-2014.

[51] Sección rusa de la LIT-CI, «Cinco años de la revolución ucraniana: subestimada, incomprendida y difamada», 19-12-2018.

[52] Ver «En este marco manifestamos que nuestra posición política es la de participar en las movilizaciones contra Maduro, ubicándonos categóricamente por «¡Fuera Maduro!» y contra la intervención imperialista», en Declaración de la LIT-CI, «¡Fuera el imperialismo de Venezuela! ¡Fuera Maduro! ¡Ni Maduro ni Guaidó!», 15-2-2019.

[53] «Esta organización se convirtió en la dirección político-militar de la resistencia nacional al imperialismo y fue entonces el artífice de la derrota imperialista. Hubo una lucha muy progresiva de las masas afganas y por eso la apoyamos. Sin embargo, no podemos ignorar dos aspectos. Por un lado, el carácter burgués de los talibanes les impide llevar la lucha contra el imperialismo hasta el final», en Secretariado Internacional de la LIT-CI, «Afganistán: la culminación de la derrota del imperialismo», 20-8-2021.

[54] T. Grant, El programa de la Internacional, mayo de 1970, en T. Grant, El largo hilo rojo. Escritos seleccionados 1942-2002, AC Editoriale, Milán 2007, p. 517.

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