Una nueva etapa en la crisis del capitalismo – Tercera parte

Europa se enfrenta a un prolongado período de austeridad, con recortes importantes en la producción, consumo y empleo. La crisis ha comenzado con las economías más pequeñas y más vulnerables, como Grecia, Portugal e Irlanda. Pero las otras seguirán, empezando por Gran Bretaña.

Europa se enfrenta a una espiral descendente

Algunas crisis se pueden resolver con reformas, que no van más allá de los límites establecidos. Esto es sobre todo el caso después de un largo período de crecimiento económico cuando el capitalismo ha acumulado una capa de grasa. Puede usar sus reservas acumuladas para evitar que la crisis se convierta en una depresión profunda.

En la crisis reciente, las clases dominantes del mundo, empezando por los EEUU, se asustaron por los efectos sociales y políticos de una recesión, y tomaron medidas extraordinarias para impedirla. Desde el punto de vista de la economía capitalista ortodoxa estas medidas fueron totalmente irresponsables.

Estas medidas han tenido cierto efecto, pero no resolvieron nada fundamental. Por el contrario, los niveles enormes de la deuda pública causados por los rescates financieros son una receta acabada para nuevas e, incluso, más graves crisis de carácter económico, social y político.

Hace mucho tiempo, Ted Grant predijo que en el caso de una crisis profunda, la burguesía utilizaría sus reservas acumuladas, y esto es precisamente lo que ha sucedido. Durante un período de más de medio siglo los capitalistas acumularon una capa de grasa que pudieron utilizar para evitar que arraigara una depresión profunda. Pero estas reservas están siendo rápidamente consumidas, y ahora los gobiernos del mundo occidental se han visto obligados a recurrir a la política de financiamiento del déficit para evitar un colapso total. El resultado ha sido la creación de nuevas e insolubles contradicciones en forma de déficits públicos que no tienen precedentes históricos en tiempos de paz.

En el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, en 1945-47, los EE.UU. financiaron al capitalismo europeo por una suma de 200 mil millones dólares (en dinero actual). Pero en los dos primeros años de la crisis actual, el gobierno de EE.UU. financió al sistema bancario por $ 800 mil millones de dólares, y Gran Bretaña (una economía mucho más pequeña) entregó más de $ 400 mil millones –el doble de la cantidad total de ayuda del Plan Marshall–. Esta situación no puede sostenerse. Las opciones de la clase dominante se ven muy limitadas. Las tasas de interés están cerca de cero, y no pueden reducirse más para estimular los préstamos.

Las enormes deudas remanentes del período anterior todavía tienen que devolverse, lo que inhibe el consumo y explica la lenta recuperación de Europa y todo el mundo. El recurso a la "flexibilización cuantitativa" es una medida desesperada, que, si continúa, dará lugar a una combinación de estancamiento e inflación ("estanflación" o "stagflation" en inglés). Por lo tanto, los capitalistas acabarán con lo peor de todos los mundos.

La viabilidad del paquete de "rescate" lanzado por la burguesía en Europa [estimado en 750.000 millones de dólares] depende de la aplicación de medidas de austeridad brutales. El fracaso en llevarlas a cabo podría dar lugar a cortar el suministro de dinero, es decir, sería aproximadamente lo mismo que cortar el abastecimiento de líneas vitales que mantienen vivo a un paciente críticamente enfermo. Incluso si el plan tuviera "éxito" dejaría a Grecia con una carga insoportable de deuda pública. Las llamadas medidas de rescate significan años de austeridad dolorosa para el pueblo de Grecia, sin dar a otros países ningún alivio.

Si hubiera una bancarrota estatal en Europa, vendrá acompañada de una contracción masiva del consumo, que puede arrastrar toda la economía mundial de vuelta a la recesión. Afectará a los EE.UU. y a Asia. Ninguna de las contradicciones ha sido eliminada. Una nueva crisis inmobiliaria está preparándose en los EEUU. Algunos dicen que podría producirse este otoño. Esto supone 6,7 billones de dólares, mientras que en la última crisis sub prime "sólo" estuvieron involucrados 1,3 billones. Podría arrastrar a todo el sistema financiero hacia un colapso total.

Están creciendo los temores a una recesión de W. Los dirigentes chinos también están preocupados. Los chinos gastaron dinero masivamente para evitar la recesión, pero esto ha creado nuevas e insolubles contradicciones. China ha construido una fuerza productiva colosal, que no puede ser absorbida por su mercado interno. Si se reduce la demanda de Europa y los EE.UU., ¿a dónde van a exportar? Y puesto que China ha sido el principal motor del crecimiento mundial cuando el mundo luchaba por salir de la recesión, una fuerte desaceleración en China podría asestar un duro golpe a la recuperación económica mundial.

¿Qué futuro para Europa?

El euro y la Unión Europea probablemente sobrevivirán a esta crisis, porque las consecuencias de una ruptura serían muy graves para todos. Sin embargo, la crisis es tan profunda, y la confianza de la burguesía tan sacudida, que algunos de los estrategas de la burguesía están empezando a contemplar lo impensable. George Friedman escribió lo siguiente en la página web de Stratfor el 25 de mayo 2010:

“Volvemos al asunto que ha marcado a Europa desde 1871, a saber: el estatus de Alemania en Europa. Como hemos visto durante la crisis actual, Alemania es claramente el centro de gravedad económico de Europa, y esta crisis ha mostrado que los temas políticos y económicos son verdaderamente uno y el mismo. A menos que Alemania esté de acuerdo, no se podrá hacer nada. Alemania tiene un poder tremendo en Europa, incluso si se lo confina exclusivamente en los temas económicos. Pero como Alemania es el amo y señor de Europa, en definitiva esto convierte a Alemania en el problema central de Europa”.

Si la UE se rompiera, ¿a dónde podría mirar Alemania? La respuesta obvia parece ser Francia. Pero, históricamente, Francia y Alemania han sido rivales, incluso en el contexto de la UE continuó esta rivalidad, con Francia aspirante a la dirigencia política y militar de Europa, relegando a Alemania la primacía económica. Por desgracia para Francia, en última instancia, el poder económico siempre es decisivo.

Los intereses de Francia miran al Sur, hacia el Mediterráneo, Oriente Medio y África del Norte. Alemania, en cambio, mira hacia el Este –a Europa Central y Oriental, los Balcanes– y Rusia. Ahí es donde Hitler buscó el Lebensraum. Lo que él no logró por medios militares, los capitalistas alemanes esperan hacerlo por medios económicos. No se descarta que Alemania en el futuro, amplíe sus contactos con Rusia, lo que representa un vasto campo de posibilidades de mercados e inversiones, materias primas y mano de obra barata. Pero esto sólo podría lograrse mediante la subordinación de Alemania a los intereses rusos. Esto sería visto como una ofensa amarga por Washington y el resto de Europa, especialmente Polonia.

La unificación de Europa es una tarea necesaria para que Europa no entre en una senda de declive pausado y sin gloria, como le sucedió a la España imperial desde el siglo XVII. Es una tarea históricamente inevitable, que el capitalismo ha planteado, pero que es totalmente incapaz de resolver. Sólo los Estados Unidos Socialistas de Europa pueden tener éxito en eliminar radicalmente las antiguas fronteras y unir a toda Europa, donde también se encuentran Rusia, Ucrania y Turquía. Sería capaz de movilizar el colosal potencial productivo de lo que es, de hecho, Eurasia, uniendo a los vastos recursos naturales y la agricultura de Rusia y Ucrania con las industrias de Europa.

Robando a los pobres para pagar a los ricos

En 1939, los capitalistas encontraron una manera de salir de la crisis a través de la guerra. Pero esta vía está cerrada. Está fuera de lugar una guerra entre Europa y los EE.UU., por ejemplo; o la conquista de Rusia (como intentó Hitler), y menos aún conquistar China. Europa, a pesar de su potencial colosal, sigue siendo débil y está dividida, como las pequeñas ciudades-estado griegas de la Antigüedad, que terminaron bajo el dominio de Roma.

La Corriente Marxista señaló hace tiempo que el próximo período será un período de guerras, revolución y contrarrevolución. Las convulsiones recientes en Irán, Kirguistán y Tailandia, por una parte; y en Irak, Afganistán y Gaza, por otra, demuestran la corrección de esta afirmación. Hay una inestabilidad colosal a todos los niveles: económica, financiera, social, política y militar.

Por razones que hemos explicado, una guerra mundial está descartada en la actualidad. Pero habrá muchas guerras pequeñas: las guerras por mercados y recursos naturales, especialmente el petróleo. Esto puede ser una fuente de conflictos internacionales o nacionales, lo que inevitablemente conducirá a un mayor gasto militar. Las burguesías de todas las naciones se están preparando para el futuro armándose hasta los dientes.

En estas circunstancias, las clases dominantes de Europa no tienen otra alternativa que atacar a la clase obrera. Durante el último medio siglo, compraron la paz social mediante la concesión de reformas. Pero esta opción ya no está disponible para ellos. Desde el punto de vista de los capitalistas, no sólo no pueden permitirse nuevas reformas, sino que no pueden darse el lujo de mantener las reformas que fueron ganadas por la clase obrera durante los últimos cincuenta años. A fin de mantener sus beneficios, tienen que destruir todas estas reformas, que los trabajadores han llegado a considerar como algo natural.

En realidad no son naturales, sino el producto de décadas de lucha de clases. Vale la pena recordar que la propia democracia sólo se logró a través de una lucha larga y amarga. La clase dominante, que ahora habla a menudo de su compromiso con la democracia, se opuso a cada avance democrático. Y como con cualquier logro conseguido con la lucha, los derechos democráticos de los trabajadores están bajo amenaza, comenzando por los derechos más importantes: el derecho de huelga y manifestación.

En el último período el sistema capitalista fue más allá de sus límites. La expansión desenfrenada del crédito (y, por consiguiente, de la deuda) ha llevado el capitalismo mundial hacia el abismo de la deuda, del que trata de liberarse ahora. Pero al hacerlo, ha creado nuevas e indisolubles contradicciones. La contradicción central es que la clase obrera europea es mil veces más fuerte que en la década de 1930.

El campesinado, la principal reserva social de la reacción, ha sido prácticamente eliminada. En Italia, España y Grecia, los campesinos eran la mayoría, e incluso en Francia y Alemania eran una fuerza considerable, no hace mucho. Ahora son una pequeña minoría y la clase obrera es una mayoría decisiva. Las organizaciones de trabajadores están intactas y no han sufrido ninguna derrota decisiva desde 1945. Los estudiantes, que en la década de 1930 fueron un campo de reclutamiento para el fascismo, se han movido hacia la izquierda y son actualmente un campo de reclutamiento para la revolución, como lo fueron en la Rusia zarista.

Dada esta correlación de fuerzas de clase, la burguesía contempla la perspectiva de un conflicto general entre las clases con temor. Pero no tienen alternativa. La perspectiva es la de una recuperación débil, acompañada de altos niveles de desempleo y de ataques feroces contra el nivel de vida de los trabajadores y la clase media, los desempleados, los ancianos y los enfermos. Los sectores más pobres de la sociedad se verán obligados a pagar la factura de la crisis del capitalismo. Este hecho, en sí mismo, tendrá profundas consecuencias.

Por todo un período histórico la burguesía ha tenido que basarse en el apoyo de los dirigentes reformistas de los sindicatos y partidos obreros de masas. Pero al final, esta base no será confiable. La crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo. Durante décadas la base social del reformismo en el movimiento sindical se ha fortalecido a costa del ala revolucionaria, que se ha debilitado y aislado. Los trabajadores son gente práctica. Si, como los reformistas les aseguraban, era posible conseguir todo lo que ellos querían en el capitalismo, ¿para qué meterse en problemas y líos con eso de la revolución?

Estos argumentos tuvieron peso, siempre y cuando los reformistas lograron los resultados prometidos. El reformismo con reformas tiene sentido. Pero el reformismo sin reformas, el reformismo con contrarreformas, no tiene sentido en absoluto. Esta es la lección que el primer ministro de Grecia, Papandreu, está aprendiendo a su propia costa. Los trabajadores griegos votaron masivamente por el PASOK en las elecciones pasadas, porque esperaban que los socialistas protegieran sus condiciones de vida. Pero la profundidad de la crisis del capitalismo griego descarta esta posibilidad.

Grecia

A pesar de sus intenciones, Papandreu y los demás dirigentes fueron obligados a tomar medidas drásticas, no para proteger las condiciones de vida de los trabajadores griegos y de la clase media, sino para salvar al capitalismo griego. Ambas cosas son mutuamente excluyentes.

Papandreu se ha comprometido a recortar el gasto público por un valor de 45.000 millones de euros para reducir el déficit presupuestario, que está situado en un nivel sin precedentes del 11% del PIB, muy por encima del techo fijado por la UE del 3%. Pero ya hay sugerencias de que el plan para recortar el déficit en más de 20.000 millones de euros para el 2010 es demasiado ambicioso. En el contexto de una contracción económica de alrededor del 4%, esta será la crisis más profunda del país desde 1974.

Los profundos recortes del gasto público empeorarán las cosas al reducir la demanda y provocar una caída en la recolección de impuestos. El incremento del IVA y los recortes salariales en el sector público implicarán una pérdida adicional en la capacidad adquisitiva estimada en el 10%. Esto golpeará más duramente a las pequeñas empresas. Se espera que unas 60.000 pequeñas empresas cierren para el final del año –alrededor de un tercio del total–. Esto significará menos ingresos por impuestos para el Estado, no más, como afirma el gobierno.

El incremento de los impuestos a los combustibles, que ha supuesto un aumento del 36% del precio de la gasolina sin plomo a partir de febrero (1,52 euros el litro), ha reducido el volumen de ventas en más de un 15%. Por otro lado, con el colapso de la construcción, el desempleo en Grecia se elevó hasta el 12,1% en febrero, el registro mensual más elevado hasta el momento y que sobrepasa la estimación del plan de rescate que preveía un máximo del 11,8%. Un nivel de desempleo mayor forzará al gobierno a gastar más de lo esperado en subsidios. Y los ingresos por el turismo, la mayor fuente de ingresos de divisas de Grecia, van a reducirse por segundo año consecutivo, en más de un 15%.

La posibilidad que tiene Papandreu de aplicar realmente su política de austeridad está, por lo tanto, muy cercana a cero. Al final, no importa cuánta presión se aplique sobre el pueblo griego, nunca serán capaces de pagar sus deudas. La supuesta “ayuda” solo podrá posponer el Día del Juicio Final. Y la presión implacable de Bruselas para reducir los niveles de vida, y por lo tanto para reducir la demanda, sólo podrá conseguirse empujando a Grecia a una mayor bancarrota nacional y a la cesación de pagos.

La amenaza de una reacción en cadena, empezando en Grecia, que podría arrastrar a toda Europa en una espiral descendente, todavía se cierne sobre el continente. Un país tras otro, será empujado al precipicio, empezando por los más débiles, y el resto les seguirá, con un retraso mayor o menor. Los estrategas del capital son conscientes del peligro. Un artículo de Thomas F. Cooley, profesor de Economía y decano de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, del 2 de junio se titulaba: Esta tragedia griega está en sus comienzos. En él escribe:

"En los próximos años Grecia se enfrentará a una enorme caída de la producción y el consumo. La magnitud de la caída de Grecia superará con creces la experiencia de Estados Unidos en su reciente recesión. Se necesitarán años para que los niveles de consumo vuelvan a acercarse a los niveles previos a la crisis. Los salarios caerán, y el acceso a los mercados de capital será limitado. Grecia se verá obligada a reestructurar su deuda. Varias de las otras economías abrumadas por deudas en el sur de Europa se enfrentarán a ajustes dolorosos similares". (Esta tragedia griega está en sus comienzos, Forbes.com)

Portugal

Portugal es una economía pequeña, que representa sólo el 2% de la producción y de la deuda pública de la zona euro. Los mercados de bonos, antes de que dirigieran su atención a España, parecían juzgar a Portugal como el eslabón más débil en la cadena de la zona euro. Los rendimientos de bonos de Portugal subieron a 5,7% el 5 de mayo, un aumento de 1,6 puntos porcentuales desde el inicio del año. La deuda pública alcanzó el 77% del PIB el año pasado. Ésta es más o menos la media europea, pero su déficit presupuestario fue del 9,4% del PIB –una cifra muy alta–.

Portugal depende mucho del capital extranjero y así es vulnerable a la intimidación en el mercado. Su deuda externa neta aumentó a 112% del PIB en 2009, tras una serie de enormes déficits por cuenta corriente. Alrededor de la mitad de esto es la deuda pública; parte de ella es la inversión directa en empresas grandes, pero una gran parte, alrededor del 46% del PIB, se canaliza a través del sistema bancario.

Lisboa protesta porque Portugal ha observado escrupulosamente las reglas fiscales de la zona euro, reduciendo su déficit presupuestario del 6,1% del PIB en 2005 al 2,8% en 2008. Han reducido los puestos de trabajo del sector público en un 10%. En 2006 los portugueses contuvieron los aumentos reales de las pensiones en un momento en que la economía todavía estaba creciendo rápidamente, y flexibilizó las normas sobre contratación y despido.

Este es el mismo tipo de política que los mercados exigen a España y Grecia. Pero esto fue todo en vano. A cada paso que Portugal da para satisfacer los mercados, éstos exigen tres más. A Portugal se le ha advertido que si quiere refinanciar sus deudas existentes a tasas de interés tolerables, debe bajar el costo del endeudamiento público. Eso significa que debe emprender una acción más drástica para reducir el déficit presupuestario.

La caída del euro como consecuencia de la crisis debe ayudar a Portugal a vender más en Angola, Brasil, China y América. Sin embargo, un aumento de las exportaciones de Portugal sólo puede ser a costa de otras economías capitalistas. Al final, el gobierno no tendrá más remedio que lanzar un ataque sobre los niveles de vida. Ya se ha comprometido a reducir las prestaciones por desempleo. Los salarios públicos podrían ser congelados. Los grandes proyectos de transporte podrían ser cancelados y las empresas de propiedad estatal podrían ser vendidas para satisfacer las exigencias implacables de los hombres del dinero.

Esto significa que todas las conquistas de la Revolución Portuguesa de 1974-75 serán liquidadas. Pero semejante contrarrevolución no puede tener lugar sin despertar la feroz resistencia de la clase obrera portuguesa, que nunca se ha olvidado de las tradiciones revolucionarias que hizo estallar a la superficie en aquellos días gloriosos. En ese momento hubiera sido posible llevar a cabo la revolución socialista en Portugal, y esto podría haberse logrado de forma pacífica.

El Times de Londres en 1975 publicó un editorial con el título: "El capitalismo en Portugal está muerto." Esto debería haber sido el caso. Y si no lo fue, la culpa no fue de la clase obrera portuguesa, que se comportó de manera admirable. La culpa fue de los dirigentes de los Partidos Socialista y Comunista que no estuvieron dispuestos a tomar el poder, cuando podían haberlo hecho. Como resultado, la burguesía logró contener el movimiento y reafirmar su poder.

Durante tres décadas, el movimiento en Portugal ha retrocedido. Pero, como explicaba Marx, la revolución requiere el látigo de la contrarrevolución. El intento de la burguesía de liquidar todos los logros de 1974-75 despertará a los trabajadores y jóvenes portugueses. Ya ha habido manifestaciones masivas en las calles.

El gobierno minoritario socialista ha aprobado su programa económico (el PEC), pero necesita el apoyo del ala de derecha del PSD y el CDS para llevar a cabo una política de austeridad. La clase obrera ya ha reaccionado con manifestaciones masivas, a partir de mayo, cuando 130.000 manifestantes salieron a las calles de Lisboa. Esto fue seguido por otra manifestación masiva de 300.000 contra la austeridad el 29 de mayo, organizada principalmente por el Partido Comunista, pero también por el Bloco de Esquerda y los sindicatos, sobre todo, el controlado por los comunistas de la CGTP-IN.

La crisis en España

España es un problema mucho mayor para Europa que Grecia. Es la quinta economía más grande de Europa, y si sigue a Grecia en una crisis de la deuda, los efectos se dejarán sentir en toda Europa y más allá. El Fondo Monetario Internacional ha advertido que la economía española necesita "reformas de amplio alcance y extensas" de su mercado laboral y el sector bancario.

En los últimos años el capitalismo español subió como un cohete y ahora está cayendo como un palo. Más que cualquier otro país en Europa, los capitalistas españoles se lanzaron a la orgía de la especulación con alegre desenfreno. Como resultado, el colapso del mercado inmobiliario ha afectado a España más que en ningún otro sitio.

La economía española tuvo la tasa de crecimiento más rápido en la UE, pero ha estado en recesión durante casi dos años, y en el primer trimestre de 2010, creció sólo un 0,1 por ciento. El colapso económico se refleja en un nivel de desempleo terrible, que (oficialmente) está en el 20 por ciento –el más alto de Europa (excepto Letonia) y uno de los más altos de cualquier país capitalista desarrollado. El déficit se elevó a 11,2 por ciento del PIB. Zapatero quiere reducirlo a 9,3 por ciento este año, al 6 por ciento el próximo año y a un 3 por ciento en 2013.

Zapatero quería evitar un enfrentamiento con los sindicatos, pero bajo la presión de Bruselas y la Casa Blanca, ha hecho un giro de 90 grados, anunciando un programa de medidas dolorosas que se supone ahorrarán € 15.000 millones en los próximos dos años. "Tenemos que hacer un esfuerzo singular, excepcional y extraordinario para reducir nuestro déficit público", dijo. Barack Obama hizo una llamada telefónica personal a Zapatero el día antes de su anuncio para discutir la importancia de que "España tome medidas enérgicas como parte del esfuerzo de Europa para reforzar su economía y fomentar la confianza del mercado".

Este "esfuerzo excepcional y extraordinario" incluye un 5 por ciento de reducción salarial este año para los 2,5 millones de trabajadores españoles del sector público, la eliminación de € 2.500 (£ 2.100) de subvención para las madres de los recién nacidos y € 6.000 millones de recorte en la inversión pública. Los españoles que vivían con la pensión mínima han visto que el aumento en relación al costo de la vida ha sido cancelado, y habrá recortes en el gasto médico del Estado, a los pagos a personas que cuidan a sus padres ancianos… El plan también incluye recortes a los gobiernos regionales.

El hecho de que el presidente de los Estados Unidos tuviera que telefonear a Madrid, muestra la profunda preocupación en Washington sobre el lamentable estado de la economía europea, y los temores de que la crisis en Europa tenga consecuencias muy graves para los Estados Unidos. Bruselas acogió con agrado los recortes prometidos por el gobierno del PSOE. El Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, dijo que las medidas "parecen ir en la dirección correcta" y que esperaba que anuncios similares vinieran pronto de Portugal.

El Comisario Europeo de Competencia, Joaquín Almunia, ex líder del PSOE, describió los recortes como "un paso lógico" que es necesario "para evitar males mayores en los mercados financieros y salir de la crisis cuanto antes". Por lo tanto, Washington y Bruselas aplauden fuertemente el hecho de que un gobierno "socialista" esté dispuesto a hacer el trabajo sucio para ellos. A pesar de esto, sin embargo, el ala derecha del PP está atacando al PSOE y votó en contra del paquete económico.

Hasta ahora, Zapatero ha evitado el tipo de malestar que ha llevado a miles a las calles de Atenas, ya que logró mantener las prestaciones sociales y la protección en contra de los repetidos llamamientos de los economistas y líderes empresariales por una "reforma laboral". Sin embargo, el paquete de austeridad ha enfurecido a los sindicatos. En un intento de aplacar a su base, el Primer Ministro socialista subrayó que a pesar de las nuevas medidas de austeridad, "los pilares del Estado de bienestar se mantendrán intactos". Esta es la misma canción que cantan los gobiernos de toda Europa. Pero no tiene ningún sentido.

"El comportamiento de los sindicatos ha sido y es impecable en estos tiempos de crisis y seguirá siendo así, pero el anuncio [de Zapatero] es un punto de inflexión", ha dicho Ignacio Fernández Toxo, presidente de CCOO. Los dirigentes sindicales estaban desesperados por evitar una confrontación con el gobierno. Pero los dirigentes sindicales sólo pueden mantener a los sindicatos bajo control si el gobierno y los empresarios les ofrecen algo a cambio. Pero no se ofrece otra cosa, salvo recortes. Por lo tanto, los dirigentes sindicales se ven obligados a movilizar.

Hasta ahora ha habido un nivel bajo de huelgas porque el repentino colapso económico y la aparición de una tasa elevada de desempleo sorprendió temporalmente a los trabajadores. Esta era totalmente lógico y fue previsto por los marxistas. Tuvimos que explicar esto a los sectarios ultra izquierdistas que, tanto en España como en todas partes, se imaginaron que la crisis económica conduciría de inmediato a una ola de huelgas y huelgas generales. Ahora una huelga general está en el orden del día, no solamente en España sino en otros países europeos. Una huelga nacional de funcionarios públicos se convocó para el 8 de junio y una huelga general ha sido convocada para septiembre.

Los dirigentes del PP han atacado a Zapatero por dejar que la economía se deteriorara hasta el punto de que Washington y Bruselas tuvieron que empujarlo a la acción. Están poniendo los intereses del partido antes que los intereses generales de la burguesía. Este hecho es un reflejo del profundo abismo entre las clases en España, que fue encubierto por la Transición, pero que ha emergido una vez más. Incluso antes de que la economía colapsara, la derecha salió a las calles bajo la bandera de la Iglesia, utilizando el tipo de lenguaje que no se oía desde los días de la dictadura franquista.

Como siempre, los reformistas están preparando la victoria de la derecha. El PSOE está perdiendo terreno en los sondeos frente al conservador Partido Popular, a pesar de un escándalo de corrupción que implica a líderes de la oposición. Según las encuestas, el Partido Popular ganaría una mayoría absoluta en el Parlamento si las elecciones se celebraran ahora. Pero un gobierno del PP se enfrentaría a un movimiento obrero radicalizado. Sería un gobierno de crisis, que probablemente no duraría mucho tiempo y sólo serviría para profundizar la polarización entre las clases.

La crisis ha dejado al descubierto las fallas profundas que subyacen en la sociedad y la política españolas, que fueron disimuladas, pero no abolidas, por la llamada "Transición" de la dictadura franquista a la "democracia". En el próximo período estas fallas se volverán un abismo insalvable entre las clases.

Toda la situación está empezando a cambiar. España se enfrenta a un período de lucha de clases intensificada en la que los trabajadores volverán a descubrir las tradiciones de las décadas de 1930 y 1970. Mediante la implementación de una política de recortes, Zapatero ha capitulado ante la burguesía. Esto está produciendo un ambiente de desilusión entre los trabajadores que habían cambiado su voto de Izquierda Unida (IU) al PSOE en el último período, con el fin de bloquear el avance de la derecha y porque los líderes de IU no ofrecían ninguna alternativa seria.

Ahora ese proceso se volverá su contrario. A través de su experiencia, los trabajadores activistas llegarán a entender las limitaciones de las huelgas económicas y girarán hacia la política, y la juventud radicalizada buscará la bandera del comunismo. A pesar de todas sus deficiencias, IU aumentará su apoyo electoral y comenzará a reclutar nuevos miembros de las capas más radicalizadas de la sociedad. La recepción para las ideas marxistas genuinas crecerá irresistiblemente.

Italia

En Italia, Berlusconi acaba de aprobar un proyecto de ley de austeridad de 24.000 millones de recortes para los próximos dos años. La coalición gobernante de derechas planea congelar los salarios de los trabajadores del sector público. La edad de jubilación para las mujeres trabajadoras en el sector público se incrementará a 65 años. Van a recudir los gastos de la administración local en €10.000 millones, lo que obligará a los ayuntamientos a llevar a cabo grandes recortes en el gasto social: escuelas, sanidad, etc.

Berlusconi ganó las elecciones gracias a la bancarrota del Centro-Izquierda y sólo se mantiene en el poder por la misma razón. El Partido Democrático se revela completamente impotente para aprovecharse de la crisis del gobierno de Berlusconi. Pero éste último ahora tiene que presidir un programa de recortes fiero. Los capitalistas italianos están apoyando el actual paquete pero quieren que el gobierno vaya mucho más lejos. La presión de Confindustria está agravando las escisiones dentro de la coalición gobernante.

La impotencia de la izquierda significa que toda la atención de la clase obrera se concentra en los sindicatos. Los dirigentes sindicales, como en otros países, no están más inclinados a llevar a cabo una lucha seria que los líderes de la "oposición" política. En su congreso nacional, la CGIL decidió que no era el momento para dirigir una ofensiva contra el gobierno. Pero se vieron obligados, por la presión desde abajo, a convocar a una huelga de cuatro horas en junio.

Se trata de una anticipación de cómo se va a desarrollar las cosas. La derrota de la Coalición de Centro Izquierda causó decepción y desorientación entre la clase obrera. Pero este estado de ánimo no durará mucho tiempo. La impotencia de la oposición de “izquierda" y las vacilaciones de los dirigentes sindicales no impedirán la radicalización de los trabajadores italianos. Empezando en el sector público, habrá una serie de huelgas y manifestaciones, que van a transformar toda la situación.

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